Un hombre que concurrió a un kiosco a comprar pan acompañado de su novia sufrió un balazo en la cabeza en una circunstancia que era motivo de una investigación policial. Por el caso se manejaron varias hipótesis, pero la de mayor consistencia apuntaría a un sereno como el presunto responsable de la detonación del arma.
El sospechoso, tal como investigan, aparentemente estaba en el interior del local comercial y el disparo sería producto de un “accidente” cuando manipulaba un revólver. Sin embargo, el propietario del lugar también quedó en la mira y ante tanta confusión aparece mencionado como segundo “sospechoso” o “encubridor”. Esta persona negó ante las autoridades que adentro del local se haya registrado el tiro que dejó debatiéndose entre la vida y la muerte a Carlos Daniel González de 31 años.
Entre las conjeturas que comenzaron a ser desechadas de parte de los investigadores está referida a la figura de dos motociclistas, quienes transitaban delante del kiosco justo en el momento del hecho sangriento.
El testimonio de la pareja de González fue importante para orientar la pesquisa en dirección al kiosquero o hacia el vigilador de la cuadra de avenida Iberá, entre Bonastre y 2 de Abril, en el barrio Cristóbal Colón.
El escenario del reciente episodio policial está ubicado a 40 metros de donde el sábado 10 de agosto, a la madrugada, una patota asesinó a tiros a un joven de 28 años. Aquel suceso fue al otro lado de la avenida, en el barrio “La Chola”.
Alrededor de las 21 del miércoles, González concurrió al kiosco en compañía de Rocío, su pareja.
Ambos llegaron al comercio donde había clientes esperando ser atendidos a través de las rejas.
Según Rocío, en esos instantes oyeron el estruendo como si fuera de un “cohete” y su novio comenzó a tambalear hasta caer sobre el piso acusando una grave lesión en la cabeza.
Era el impacto de un proyectil de arma de fuego que ingresó en la región frontal de la cabeza y quedó alojado en la cavidad craneal. “Estábamos de frente al kiosco”, contó la mujer, dando a entender que el disparo no fue realizado desde la avenida o del otro lado de la avenida.
A partir ese momento hubo desesperación y pedidos de auxilio, ya que González quedó desvanecido.
Poco a poco, mucha gente comenzó a aglomerarse alrededor del hombre que estaba agonizando mientras concurría primero la Policía y después llegaba una ambulancia en la que, finalmente, fue trasladado hacia el Hospital Escuela.
Autoridades de la Comisaría Séptima comenzaron a trabajar en el lugar donde concurrieron efectivos de la Dirección de Investigación Criminal y de la Dirección General de Investigación de Delitos Complejos.
La principal testigo explicó que la concubina del dueño del kiosco se acercó a ellos con una toalla para tratar de contener la hemorragia. Sin embargo, el comerciante “no salió” y, en cambio, decidió cerrar y dejar de atender al público.
La filmación de una cámara de seguridad particular no muestra imágenes puntuales del comercio y lo ocurrido en la vereda. No obstante, reflejó el paso de autos y una moto con dos ocupantes en el instante que ocurría la detonación. Es por esto que, en primera instancia, manejaron la teoría de una posible agresión desde ese vehículo en movimiento.
Pero al paso de las horas surgieron más datos que complicaron la persona de un vigilador privado o sereno contratado para cuidar parte de la cuadra.
Ese hombre de más de 60 años sería concurrente asiduo del kiosco y dada la confianza, en ocasiones ingresaba a permanecer en el local.
La familia de González precisó que para ellos no habría dudas. El disparo fue realizado desde el comercio donde presuntamente el sereno estuvo sin salir hasta cuando la Policía se retiró.
El sereno fue demorado. En el medio hicieron pruebas de dermotest en procura de hallar restos de pólvora y búsqueda del arma cuyos resultados no trascendían.
Carlos Daniel trabajaba en la actualidad como chofer de Uber. El hombre es padre de dos chicos y aguardaba noticias para su reincorporación como conductor de colectivos urbanos.