Con la reciente intervención se busca “restituir un incierto patrimonio”, probablemente compuesto por más de 120 obras y objetos del pintor, y “recuperar el espíritu “de la institución creada en 1979.
Con la reciente intervención de la Fundación Molina Campos (FMC), tutora de una de las colecciones más importantes del pintor que popularizó las costumbres gauchas con la pinacoteca de los pobres, los famosos almanaques de Alpargatas que llegaban ilustrados con sus obras a casas de todo el país, se busca “restituir un incierto patrimonio”, probablemente compuesto por más de 120 obras y objetos de Florencio Molina Campos, y “recuperar el espíritu “de la institución creada en 1979 para “salvaguardar y divulgar” una obra que aspira a ser reconocida como “patrimonio nacional”, dijo el flamante interventor, Denis Turnes.
Pinceles y bastidores, dibujos, pinturas y fotografías -incluso las que muestran la relación de Molina Campos con Walt Disney cuando el gigante y monopólico norte americano era la meca de la animación, con quien trabajó y a quién renunció (no se ponían de acuerdo sobre las peripecias que vivirían esos gauchos que él recreaba)- forman parte de esa colección que aún no se sabe a ciencia cierta por cuántas ni cuáles obras está compuesta. Hasta hace un año tampoco se sabía dónde estaban las obras. Las intervención despejó los paraderos: la Universidad Nacional de San Antonio de Areco (Unsada) y el Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes de San Antonio de Areco.
Turnes asumió como interventor de la FMC el 24 de agosto último en reemplazo de Adolfo Güiraldes, presidente de esa institución sin fines de lucro desde 2019. Toda la comisión directiva fue desplazada con la designación de Tunes, quien busca, “normalizar el funcionamiento de la fundación, ponerla en marcha y operativa”. El plazo que tiene son 180 días hábiles que empezaron a contar ese 24 de agosto, por ejemplo, “generándole el cuit que no tenía porque no hacía presentaciones contables” .
Finalizado ese lapso “se verá” si es necesario extender la intervención, si las autoridades desplazadas salen airosas de las irregularidades investigadas o “cómo definir nuevas autoridades”, dice Tunes, probablemente “artistas y personas destacadas del ámbito de la cultura que quieran proseguir con los objetivos de la fundación”, esto es: reunir la mayor cantidad de obra de Molina Campos para garantizar el mayor acceso a esa obra por parte de los ciudadanos.
El patrimonio de la FMC también está compuesto por el Museo Molina Campos de la localidad bonaerense de Moreno, escenario y protagonista del escándalo que terminó en intervención, cuando con la pandemia, 2020, apareció con un cartel de “se vende” que puso en alerta al municipio. La primera pregunta de ¿adónde habían ido las obras que guardaba?, una institución que -según la resolución que fundamenta la intervención- estuvo “en los últimos últimos 20 años estuvo cerrada por un tiempo equivalente a 18 años”. La reacción fue el decreto 403/21 que declaraba al edificio “patrimonio histórico” y la denuncia ante la Inspección General de Justicia (IGJ).
El resultado, indica Turnes, fueron “cuestionamientos a la IGJ como organismo de contralor”, que abrió un sumario contra la FMC ante “el comportamiento errático en cuanto al cumplimiento de sus obligaciones legales y contables” y “la falta de consecución del objeto social fundacional” que era “reunir la mayor cantidad de obras pictóricas del autor, preservarlas y difundirlas”. La otra parte del resultado fuero “evasivas” a las preguntas por la “falta de aseguramiento y valuación económica de las obras”, por el “extravío de libros contables” y “documentación social”, hasta por el supuesto faltante de 37 obras algo que “sólo podrá saberse una vez conocido el inventario”.
Entre las irregularidades encontradas, “ocurrió la venta de algunos cuadros, un hecho en principio opuesto al objetivo de la FMC”, dice Turnes, en el que además hay que determinar adónde fue el dinero obtenido, parte aún de la investigación, reconoce. “Misia Duvigne” es un cuadro que nombra como ejemplo de esto el reporte de la IGJ.
“Estamos intentando llevar por la vía del diálogo la transición del manejo de la fundación”, remarca Turnes, que el martes pasado visitó el Museo Molina Campos de Moreno con la idea de que la obra del pintor regrese a ese lugar. “La situación edilicia debe ser mejorada -señaló- hay problemas eléctricos y hay que avanzar en un proyecto de climatización y humidificación por que la humedad no afecte a las obras, para eso firmamos un convenio con el Municipio de Moreno que hará un estudio arquitectónico con especialistas en museología”.
La gestión está puesta en revitalizar el museo y readecuarlo, que esté abierto al público, que exhiba obra y desarrolle actividades culturales, abrirlo a la comunidad con talleres de arte por ejemplo”.
Para Gonzalo Giménez Molina, nieto y único heredo de Florencio Molina Campos, esta no es la mejor opción. Abocado a la pyme familiar Molina Campos Ediciones, promueve y alienta hace 20 años la creación de un espacio dedicado a la obra de su abuelo en Ciudad de Buenos Aires: “Acá nació y murió mi abuelo, vivió la mayor parte de su vida, enseñó dibujo en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda, integró organizaciones culturales como la Peña del Tortoni y la Orden del Tornillo, se casó, tuvo a su única hija, Hortensia Pelusa Molina, realizó la 1° exposición en la Rural de Palermo y en otras galerías”, explica.
“Si bien el objetivo del decreto municipal pareciera ser proteger el patrimonio cultural, de prosperar condenaría a esas 120 obras originales a terminar sus días arrumbadas en un edificio que visita muy poca gente, del que justamente fueron retiradas hace años para evitar su deterioro”, consideró Giménez Molina, quien quiere también que esa obra sea accesible y destaca un proyecto de ley para que sea declarada “patrimonio histórico cultural y artístico nacional”, a cargo de la diputada Cristina Álvarez Rodríguez, pero para que ese proyecto también prospere es indispensable tener “un inventario claro, preciso, detallado con fotografías e idóneo”, advierte el funcionario.
Lo mismo que para hablar de faltantes, “debiéramos poder acceder a los cuadros hoy depositados en la guarda del Güiraldes”, que podrían cruzarse con los inventarios detallados presentados por González Molina en los 80 -titular de dos tercios de los derechos de autor sobre la obra de su abuelo- sobre la adquisición de dos importantes donaciones provenientes de Estados Unidos. Antes, nada.
A la par “se está intimando a quienes tienen las obras a que se las devuelvan a la fundación con los correspondientes inventarios y convenios -agrega Turnes-. Siete obras que están en exhibición en la rectoría de la Unsada ya fueron puestas a disposición, el resto del patrimonio está en el Güiraldes, que aún no respondió a la intimación, dilatando las tareas de este interventor. En un año, desde que comenzó la intervención, las obras pasaron de estar en un depósito a estar un museo y algunas en exposición, pero en un museo que depende del municipio de Areco, que está manejando bienes de terceros como si fueran propios”, advierte.
“Mi idea es retirar los cuadros de San Antonio agradeciendo la gestión al Güiraldes -dice Turnes-, si se quisieran aferrar a bienes que no son de dominio municipal sobre los cuales no tiene ninguna legitimación habrá que accionar judicialmente, pero de momento soy optimista, creo que el diálogo y la diplomacia es la mejor forma de resolver conflictos, aunque el plazo de intimación ya está vencido”. La espera concluirá esta semana, “sino se pasará a actuar judicialmente”.
La recuperación puesta en marcha hace exactamente tres meses incluye un trabajo conjunto con el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires que afectar al bien común los bienes de fundación dándole la difusión y accesibilidad que merece, que seamos muchos los que podamos disfrutarlo”, concluye.
La Fundación Molina Campos fue creada en 1969, diez años después de la muerte del pintor, con la finalidad de custodiar, conservar y difundir parte de su legado. En 1979, una década después y también por iniciativa de su viuda, Elvira Ponce, se creó el museo dedicado al artista en la localidad de Moreno, donde éste pasó algunas temporadas en el rancho Los Estribos.