(DIARIO PERFIL) – Una nueva Copa de la Liga Profesional está en marcha: dos zonas. Catorce equipos en cada una. Todos contra todos para renovar las aspiraciones, las ilusiones y las angustias
Se llama “Copa”, pero no es una copa, al menos desde el formato. Nada que ver con la Copa Argentina de las multicategorías. Tampoco con la Supercopa Argentina. No le pidan coherencia al fútbol de nuestra ancha y larga comarca, sostenido en la precariedad principalmente por una potentísima palabra de seis letras: pasión. Bienvenida siempre, claro que sí. No sólo ayuda a tapar el sol con un dedo (¿está bien?, ¿está mal?, ¿está?), sino que, a pesar de sus desmadres, convierte en irrepetible en el mundo al baqueteado “producto”, irónica definición marketinera de estos tiempos.
Como sea, la Copa de la Liga Profesional está en marcha. Se renuevan las aspiraciones, las ilusiones y las angustias. Las chicanas y los raids mediáticos de jugadores, entrenadores, dirigentes y representantes. La entronización o la hoguera. El incandescente y muchas veces desaforado panelismo televisivo. La carnicería de las redes sociales. Están todos los que son, ya lo sabemos.
Dos zonas. Catorce equipos en cada una. Todos contra todos. Interzonales en la séptima fecha con los clásicos. Los cuatro mejores de cada grupo a los mano a mano de eliminación directa. Palo y palo arriba y abajo. Por ser campeón, por buscar un lugar en las copas internacionales y por no descender.
Hay para entretenerse. El mercado de pases superó forzadas austeridades. Vino Edinson Cavani, un top de 36 años. Volvieron, entre tantos, Manuel Lanzini, Juanfer Quintero, Ramiro Funes Mori, Marcelo Barovero, Marcelo Saracchi, Jorman Campuzano, Federico Mancuello, Roger Martínez, Rubén Botta, Ramiro Carrera, Lucas Passerini, Ezequiel Bullaude, Carlos Auzqui, Federico Fernández y Braian Romero. Pity Martínez intenta destrabar la salida de Arabia Saudita para retornar a River, que además compró el pase de Facundo Colidio, ex Tigre, al Inter italiano.
Buen menú de apellidos, sumado a las transferencias y/o préstamos entre clubes argentinos. Lucas Janson y Lucas Blondel a Boca. Luciano Gondou y Alan Lescano a Argentinos. Damián Batallini a Colón. Lucas Pratto a Defensa y Justicia. Felipe Peña Biafore y Alan Aguerre a Lanús. Agustín Almendra y Nazareno Colombo a Racing. Federico Girotti a San Lorenzo. José Paradela y Robert Rojas a Tigre. Gonzalo Morales a Unión. Elías Gómez y Francisco Pizzini a Vélez. Y siguen las firmas.
A la par, como suele suceder, hay sangría, típica de un fútbol exportador. Emigran, por ejemplo, Lucas Beltrán a Italia, Alan Varela a Portugal, Luis Vázquez a Bélgica, Oscar Romero a Turquía, Martín Payero a Inglaterra, Michael Santos y Diego Valoyes a México, Kevin Mac Allister a Bélgica, Pablo Vegetti a Brasil, Mateo Retegui a Italia, Facundo Farías a Estados Unidos, Ezequiel Unsain a México, Ignacio Miramón a Francia, Gonzalo Abrego a Italia, Santiago Hezze a Grecia, Lucas Merolla a México, Juan Garro a Grecia, Sergio Barreto a México, Facundo Pérez a Grecia, Walter Ditta a México, Tomás Avilés a Estados Unidos, Matías Rojas a Brasil, Edwin Cardona a Colombia, Maxi Morales a Estados Unidos, Paolo Guerrero a Ecuador, Alejo Véliz a Inglaterra, Gino Infantino a Italia, Federico Gattoni a Sevilla, Agustín Martegani a Italiay Andrés Vombergar a Emiratos Árabes Unidos. También en este apartado siguen las firmas.
Es así el territorio doméstico de la redonda. Equipos que se arman y se desarman de un torneo a otro, luminarias con paso fugaz y –tendencia alcista—retornos en serie, algunos de la primera línea, otros del pelotón del medio y unos cuantos en etapas postreras de sus trayectorias.
La Copa de la Liga Profesional ofrece un historial conciso, de menos de tres años. Se trata, hoy, del campeonato de Primera División oficial del segundo semestre. La edición anterior –tercera- ya parece lejana: se desarrolló entre el 10 de febrero y el 22 de mayo de 2022, y coronó al Boca de Sebastián Battaglia en la final frente al Tigre de los batacazos.
El fútbol local y su cambalache han vuelto con sus atractivos y sus desaguisados. Como viene ocurriendo últimamente, los arbitrajes seguirán en atenta observación, siempre con lupa gigante en mano en este controversial ciclo de la administración Beligoy.
Las improvisaciones y el fuego cruzado serán parte de la religión, como de costumbre. Curioso: la misma dirigencia, encabezada por Chiqui Tapia, que se vanagloria de los éxitos de la Selección promueve descalabro tras descalabro en el andamiaje interno, plagado de discusiones y sospechas: tener “peso en la AFA”, la frase más utilizada en los corrillos, juega un papel preponderante. Nada que no se sepa. Y mientras tanto, abran cancha, señoras y señores: hay fútbol. Siga el baile.