La cotización de mercado de los autos de colección puede ser un embrollo difícil de desentrañar porque no hay parámetros. Al ser autos que dejaron de fabricarse hace muchas décadas, por lo general no están disponibles en las concesionarias y el precio depende del interés del que vende y las posibilidades del que compra.
En el mundillo de los autos de colección sonó con fuerza el dato de un Torino coupé que se ofrece a la venta por un precio escandalosamente alto. Se trata de la versión GS de 1973 y es una unidad restaurada al detalle, hasta alcanzar el nivel definido como “estado de concurso”. ¿El valor a pagar para adquirirlo? 82.000 dólares norteamericanos o su equivalente en pesos a al cambio informal del día.
¿Pagarían más de 40 millones de pesos por un auto nacional fabricado hace 50 años, aun cuando se tratara de una serie limitada? Habría que tener una enorme pasión por el modelo y una billetera equivalente a la de George Soros para darse el gran gusto de comprar un Torino por dicha suma. Pero que no se mal entienda: la idea de este informe no es objetar el precio fijado por el vendedor ni mucho menos, sino evaluar los factores que inciden en la cotización de un clásico.
La única verdad en torno de los valores que se manejan en el mercado de clásicos es que no hay precios como consecuencia de un detalle crucial: los autos antiguos no son fungibles, sino únicos e irrepetibles aunque haya varios (muchos incluso) a disposición, pues cada uno tiene su impronta, una historia diferente y antiguos propietarios que les dispensaron métodos de mantenimiento muy dispares.
En el caso de los cero kilómetros o los usados actuales cualquiera puede ir a una concesionaria y elegir. Pero todo cambia en el proceso de comprar un vehículo que acredite más de 30 o 40 años, pues no solamente estaremos ante un bien que ha dejado de fabricarse hace décadas, sino que obtener repuestos, autopartes y accesorios puede convertirse en una tarea ímproba en caso de que se trate de una unidad para restaurar.

Los 82.000 dólares exigidos a cambio de un exclusivo Torino GS 200 con el trío de carburadores Weber Bologna (italianos de pura cepa), con 83.000 kilómetros declarados en el odómetro (algo difícil de comprobar aun cuando el automóvil demuestre un estado de conservación inmaculado) pueden sonar excesivos, pero no deja de ser un valor justo para su actual propietario, a quien asiste el derecho incuestionable de imponer el precio que se le antoje.
Pero a mayor precio, menor oferta. Por eso todo hace prever que al dueño actual de la coupé GS más costosa de los últimos años le llevará un buen tiempo encontrar interesados reales para su precioso vehículo, cuyo valor equivale a una Ferrari de la misma generación en el mercado norteamericano.
De hecho, un superdeportivo del cavallino rampante puede costar la mitad de lo que piden en la Argentina por el Torino de marras. En una conocida página norteamericana de compraventas, aparece por ejemplo una Ferrari 308 GT4 (la primera con motor V8 de la casa de Maranello). Se trata de una unidad patentada en 1975, es decir solamente dos años más reciente que el deportivo nacional, ofrecida a 39.000 dólares en condiciones que por la descripción y las fotografías parecieran ser más que aceptables.
Claro que una 308 Gt4 (un auto que alguna vez fue promocionado por el argentino Carlos Alberto Reutemann en su paso por la Fórmula 1) no aparece en el lote de las Ferrari más apreciadas por los coleccionistas (una Testarossa de segunda generación puede superar los 200.000 dólares), pero de todas formas es un pura sangre con el sello del Commendatore y la firma de Bertone, uno de los carroceros italianos más transgresores de su época.

En resumen: ¿un Torino por 82.000 dólares o una Ferrari por 39.000 dólares? Sí, podrán decir que el supercar italiano vale menos en Estados Unidos y que importarlo como usado a la Argentina implicaría un desembolso extra. Cierto, pero aun cuando hubiera que abonar aranceles aduaneros nos animamos a afirmar que de todos modos la 308 GT4 estaría por debajo del valor requerido por la GS 200, con el dato no menor de que sería un vehículo único allí por donde transite.
Conclusión: el Torino está caro en comparación con otros ejemplares de la misma marca y modelo, por lo que es probable que su dueño no tenga la real intención de venderlo. Por lo menos no en el corto plazo.
No obstante, siempre puede aparecer el acaudalado obsesionado con recuperar el auto con el que su abuelo le enseñó a manejar, motivo por el cual perfectamente puede encapricharse con el Toro de origen nacional y comprarlo sin chistar. Imperaría en ese caso el factor subjetivo que tantas veces inclina la balanza a favor de un modelo en detrimento de otro, algo central a la hora de cotizar un clásico.
¿Qué resta para el común de los mortales en caso de querer disfrutar de un automóvil de colección? Vale decir que hay un abanico de posibilidades en el mundo de las máquinas de otros tiempos. Un hombre o una mujer promedio, con ingresos de clase media, pueden acceder mediante ahorros e incluso planes de financiación a vehículos antiguos quizás menos distinguidos que una coupé Torino de tres carburadores, pero igualmente hermosos y nobles.
Para cerrar este informe ponemos como ejemplo un Ford Falcon en espléndidas condiciones estéticas que también se vende a través de internet. Se trata de un ejemplar modelo 1966 en su versión “Deluxe”, con motor de 197 pulgadas, por el que piden 6500 dólares (no es un precio bajo para la economía de hoy, pero tampoco es inalcanzable).
No tendrá las prestaciones del Torino y mucho menos de la Ferrari, pero sirve para darse el gusto de conducir un sobreviviente de tiempos pretéritos con todo el sabor de una experiencia única: desplazarse en pleno siglo XXI con un auto de hace medio siglo, sin más requisitos que cargar nafta y revisar de tanto en tanto la luz del platino.