Jueves Santo: el Papa Francisco lavó los pies a doce detenidas en una cárcel de Roma.

El Papa Francisco se ha trasladado a la prisión de Rebibbia, una de las más importantes de Roma, donde ha presidido la misa de la Última Cena del Señor en este Jueves Santo. Una homilía a la que han acudido unas 200 reclusas, ex reclusas, personal penitenciario y algunas familias.

Después de la lectura del Evangelio de la Última Cena de Cristo, Francisco ha querido llamar focalizar su sermón en el perdón: «Jesús perdona todo. Jesús perdona siempre. Solo pide que le pidamos perdón», ha asegurado el Santo Padre.


Siendo consciente de las historias que cargan a sus espaldas estas mujeres, Francisco ha continuado su homilía poniendo el foco en el perdón y ha pedido al Señor «la gracia de no cansarnos», porque ha relatado que aunque, «todos tenemos nuestros pequeños o grandes fracasos -cada uno tiene su propia historia- el Señor nos espera con los brazos abiertos y nunca se cansa de perdonar».


Con motivo del lavatorio de pies, ha remarcado que «Jesús se humilla, Jesús con este gesto nos hace comprender lo que había dicho», ha relatado y siguiendo el Evangelio ha reproducido las palabras de Cristo y ha explicado que «Jesús no vino para ser servido, sino para servir».


Lágrimas de emoción de las reclusas


El Papa Francisco instantes después de terminar la homilía ha procedido a lavar los pies de las doce reclusas en recuerdo del lavado de pies de Jesús a los apóstoles en la Última Cena.
Las presas han recibido al Papa Francisco mientras les lavaba y besaba los pies con emoción y lágrimas -que no podían contener- brotando de los ojos.


Entre las doce presas ha habido un gran número de nacionalidades. Han recibido este lavado de pies mujeres de Italia, Bulgaria, Nigeria, Ucrania, Rusia, Perú, Venezuela y Bosnia.
Finalmente el Santo Padre ha regalado un cuadro de la Virgen María a las reclusas de esta cárcel.

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