El Palacio de Buckingham confirmó este lunes que el rey Carlos III fue diagnosticado con cáncer. Según informaron, la noticia llegó recientemente mientras el monarca británico se sometía a un tratamiento en la Clínica de Londres por un agrandamiento benigno de la próstata.
Tras la incertidumbre por su estado de salud y la continuidad del reino, se volvió a viralizar una historia escalofriante: la “maldición” de la joya que posee una de las coronas que utilizó su familia y que “trae desgracias a los hombres”.
Desde pasar por las manos de príncipes mongoles y guerreros de Irán, Koh-i-noor -mejor conocido como “el diamante más infame del mundo”- llegó a la corona inglesa y, con el pasar del tiempo, surgió una leyenda que asegura que trae maldiciones a ciertas personas que la usen.
Se estima que la exótica piedra fue hallada en una mina en la India en el siglo XIII y que pesaba 186 quilates al momento en que fue entregada a los británicos en 1849. Si bien se les pidió que mantuvieran su tamaño, la realeza lo transformó hasta tener la forma de un huevo de gallina y su peso quedó en 105 quilates.
Sin embargo, la historia de la “maldición” inició mucho antes: el primer registro de la joya se remonta al libro de memorias de Babur, el fundador de la dinastía mongol, en donde se cuenta que el diamante era de un rajá (un título equivalente al de un rey) que afirmaba que su valor podría alimentar al mundo entero durante dos días y medio.
Pese a ello, fue robado y llegó a las manos de Humayun, el hijo mayor del emperador mongol, quien murió durante la invasión a Dehli en 1739 llevada a cabo por Nader Shah, el nuevo dueño de la joya.
Así fue cómo la leyenda de la “maldición” de Koh-i-noor se afianzó, ya que se creía que quien posea el diamante dominaría el mundo, pero que tendría que pagar las consecuencias de las desgracias.
Sin embargo, también se decía que sólo Dios y las mujeres podrían llevarlo con impunidad, lo cual se “confirmó” cuando la Reina Victoria fue nombrada Emperatriz de la India y recibió la piedra preciosa. En ese momento, su mandato duró más de 60 años y se convirtió en la segunda reina más longeva de la historia.
Posteriormente, la joya cayó en las manos de Isabel, la Reina Madre, abuela del rey Carlos III, y luego pasó a ser propiedad de Isabel II, la reina que ocupó el trono durante más de 7 décadas.
Se suponía que, en cuanto Carlos III heredara la corona, su esposa y ahora reina consorte Camilla debía llevar el diamante incrustado. Sin embargo, rechazó su uso para evitar una disputa diplomática con India.