(Corresponsalía Buenos Aires) – El jueves por la noche, Daniel Parisini, conocido como “el Gordo Dan” y uno de los tuiteros más resonantes de la esfera libertaria, puso en palabras lo que muchos ya sospechaban sobre la administración estatal. En su programa de streaming, Parisini lanzó sin filtros: “En el Estado quedan remanentes del radicalismo, del macrismo, del kirchnerismo, ¡literalmente comunistas!, que aún trabajan ahí. El Estado es tan grande que todavía no se ha logrado sacar a todos para poner a los propios. ¡Hay que poner a los propios! A veces es un amigo, un conocido con la ideología correcta, alguien confiable que no traicionará los valores del Presidente Milei”, enfatizó. “Gobernar es poner a los tuyos”, insistió, dando pie a una polémica mayor. En su discurso, defendió que solo la lealtad ideológica es suficiente para cumplir con el proyecto político.
Al día siguiente, la Oficina del Presidente emitió un comunicado contundente anunciando una auditoría en Cancillería para detectar empleados con “agendas enemigas de la Libertad”. Esta directiva generó especulación sobre la posible aparición de “patrullas ideológicas” que evaluarían la pureza de cada despacho. El 18 de octubre, el mismo presidente Milei envió una carta a Cancillería advirtiendo que aquellos que no compartieran su “defensa de las ideas de la libertad” debían dar un paso al costado. En ese contexto, se relevó a Mondino de sus funciones, en lo que muchos consideran una purga por no ser lo suficientemente anticomunista. Otros diplomáticos, ya alertados, temen que sus posturas puedan condenarlos a correr la misma suerte que ella.
Entre quienes critican estas movidas libertarias, algunos cuestionan la elasticidad de la definición de “comunismo”. En la última votación en la ONU, por ejemplo, Argentina votó en sintonía con países como Irán y Venezuela, pero también con democracias occidentales como Canadá, Suecia y Francia, e incluso con aliados de Milei, como Italia y El Salvador. Si Mondino es señalada como comunista, ¿debería Argentina entonces desconfiar de todos esos países?
La figura de “comunista” se ha vuelto tan amplia que a veces pareciera que cualquiera podría serlo. Hace un año, el Papa Francisco era “comunista” y hoy es el argentino más importante del mundo para el gobierno. Lo mismo pasó con China: de dictadura comunista a socio necesario. Así, la lucha anticomunista parece requerir una constante redefinición.
La salida de Mondino es solo una señal. Ya ha habido destituciones en los altos mandos desde la campaña electoral, y nada asegura estabilidad a quienes hoy integran el gobierno. Esta semana, otros episodios pintorescos revelaron la creciente paranoia oficial. Milei y el cineasta oficialista Santiago Oria acusaron al canal Todo Noticias de “operar” en su contra por una supuesta tos de un técnico que distrajo al presidente en plena entrevista. Para Milei, incluso una tos puede ser un acto de sabotaje.
En medio de este clima conspirativo, el martes se escucharon en estaciones de trenes mensajes que denunciaban a dirigentes sindicales como Pablo Moyano y Pablo Biró. La voz instaba a los pasajeros a denunciarlos si intentaban influenciarlos para sumarse a una huelga. Para algunos, este recurso tiene reminiscencias orwellianas, pero parece ser justificable bajo el manto de “defender las ideas de la libertad”, una noción que el presidente ha moldeado con creciente intensidad.
En la historia, hubo episodios similares, como el macartismo en Estados Unidos, donde cualquiera podía ser señalado como un “infiltrado comunista”. En aquellos tiempos, sin embargo, el comunismo era una amenaza real y tangible, un enemigo reconocido en el tablero mundial. Hoy, décadas después de la caída de la Unión Soviética, el panorama ha cambiado, pero el gobierno de Milei parece revivir aquella cacería de brujas. Comunistas y anticomunistas, como diría el dicho, eran los de antes.