(Pablo Roma, Ciudad de Buenos Aires) – Monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, abrazó su vocación por los más pobres desde joven cuando comenzó a trabajar en el barrio La Cava de San Isidro. Proveniente de famila de militares, su tío fue piloto y Héroe de Guerra que murió en Malvinas. Con esta desiganción, Francisco le da un giro hacia los pobres a la Iglesia Porteña, en momentos en los que los números de indigencia en la Ciudad de Buenos Aires también impactan con dureza.
El Santo Padre Francisco designó arzobispo de la arquidiócesis de Buenos Aires a monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, de 55 años, actualmente obispo de Río Gallegos.
Simultáneamente, aceptó la renuncia presentada por el cardenal Mario Aurelio Poli, al haber cumplido 75 años (el 29 de noviembre de 2022) y lo designó administrador apostólico de Buenos Aires, con las facultades de arzobispo arquidiocesano, hasta la toma de posesión canónica de su sucesor.
Es licenciado en Teología con especialización en Historia de la Iglesia por la Universidad Católica Argentina y licenciado en Derecho Canónico por la misma universidad. También obtuvo el título de abogado en la Universidad Católica de Salta.
Fue vicario parroquial de Nuestra Señora de la Cava (1997-2005); párroco de Santa Clara de Asís (2005-2014) y párroco de Nuestra Señora de la Cava en Beccar.
Fue vicepresidente de Cáritas diocesana de San Isidro, asesor regional de la Pastoral Carcelaria, secretario de la Comisión Episcopal de Pastoral Carcelaria de la Conferencia Episcopal Argentina y capellán de varios centros penitenciarios de la provincia de Buenos Aires.
SALUDO A LOS PORTEÑOS
A través de una carta el nuevo Arzobispo Metropolitano, saludó a los fieles y expresó:
Asimismo, el nuevo arzobispo de Buenos Aires pidió como nuevo pastor de la arquidiócesis porteña “que nos miremos, que podamos detener un poco el ritmo vertiginoso propio de la ciudad y reconocernos; descubrirnos en la mirada del hermano, porque Jesús sigue caminando por nuestras calles en las personas con las que nos cruzamos”.
Para ello, continuó, es necesario “salir de nosotros mismos, tener un corazón abierto, superando nuestros propios límites. Animarnos a la diversidad propia de la ciudad, y forjar entre todos la cultura del encuentro de la que tanto nos habla el Papa Francisco, frente a la cultura de la indiferencia”.
“Nos iremos encontrando en la calle, en el colectivo, en el subte, en las parroquias y colegios, o en una plaza, e iremos compartiendo la fe y la vida. También yo me iré reencontrando con mi historia en la ciudad, con mi infancia, con mis años de colegio secundario y universidad, con mis afectos, con mi vida familiar”, agregó.
FUENTE PROPIA Y AGENCIA AICA