(JUAN PABLO PERALTA/FUENTE POLITICAYMEDIOS)- El presidente va intensificando la vuelta a su perfil anticristinista, y, por supuesto, a todo lo que derive del sector que ella encabeza, incluida la figura de su exaliado en el Palacio de Hacienda, quien no para de amenazar con que si le siguen poniendo piedras en el camino, se va.
La madrugada del lunes pasado marcó el rumbo de lo que se vendría en una semana de tres días hábiles que todavía repercute en la política nacional. El asesinato de otro chofer de la línea 620 en Virrey del Pino, partido de La Matanza, generó una conmoción social -que gracias al fin de semana largo de Pascuas- no pasó a mayores.
Una vez que el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, cometiera el error de apersonarse en modo “Rambo”, casi como una provocación, en el corte y protesta de colectiveros en General Paz y la Avenida Juan Manuel de Rosas (Ruta 3), donde fue increpado y golpeado salvajemente, Casa Rosada leyó que la única actividad que tenía prevista Alberto Fernández por la tarde debía darse de baja.
Claro, el Presidente iba a asistir a un acto en la zona oeste del Conurbano bonaerense, para ser más precisos, en la localidad de Ituzaingó donde visitaría un centro regional universitario del distrito, no muy lejano de donde el crimen de Daniel Barrientos cubría la rutina de todo el Conurbano bajo un clima que puso en la mira al gobernador Axel Kicillof y a uno de sus principales laderos en la PBA, Fernando Espinoza, el intendente de Matanza, oriundo de Villa Luzuriaga, pero que hace varios años vive en Puerto Madero, alejado de los dramas que azotan al municipio que tiene a cargo hace casi 15 años, con un intermezzo a cargo de la actual vicegobernadora Verónica Magario, en la que él siguió teniendo predominancia en la localidad mientras despuntaba como diputado nacional.
El equipo que debe comunicar la actividad del jefe de Estado en el palacio del Gobierno nacional –pero que cada vez informa menos qué es lo que hace el mandatario- evitó hasta último momento reconocer que Fernández no asistiría a las 18 (como estaba previsto), al territorio que administra Alberto Descalzo. Determinación, que en rigor de verdad, se había tomado al mediodía, apenas las pantallas de TV mostraron la saña con que los choferes de varias líneas del oeste recibieron la inesperada llegada de Berni.
La posibilidad de algún repudio contra el titular del Ejecutivo estaba latente, y no fue el único que tuvo que dejar sin efecto su agenda. Lo mismo hicieron Kicillof y el propio Espinoza, que compartirían la firma del programa Municipios a la Obra, en el salón Dorado de la gobernación. Sin dudas, el horno no estaba para bollos.
Lo que hizo el titular del Ejecutivo bonaerense fue reunirse con el secretario General de la Unión Tranviarios Automotor, Roberto Fernández, junto a su ministro de Transporte, Jorge D’Onofrio. Del jefe comunal matancero se desconoce su paradero hasta este viernes pascual.
En la sede del Ejecutivo nacional, pese a la insistencia de los periodistas que estamos acreditados permanentes en el lugar, ningún funcionario se expidió sobre todo lo acontecido. En teoría, Fernández estaba en su despacho del primer piso, pero a estas alturas esa data es incomprobable, porque se ha desarticulado el carácter oficial -e irrefutable- que tenía la pequeña bandera que flamea en la cúspide del ingreso a Balcarce 50, y que históricamente aseguró siempre que el Presidente estaba en la Casa. Hoy “el banderín”, como se lo llama de manera simpática en la sede de Gobierno, no es garantía de que eso sea cierto. Algo que ocurre desde que Fernández, junto a su ex “vocero”, Juan Pablo Biondi, salían a las apuradas durante del edificio rosado, durante algunas horas, para volver renovados y sin que nadie destallara adónde habían ido.
De hecho, Alberto Fernández mantiene esa lógica de llegar en el costoso helicóptero desde Olivos a la Rosada, subir a un auto oficial (o común) para perderse hacia la zona portuaria que se construyó en las épocas de Carlos Menem.
El martes, la intensidad de un problema, que en realidad, se viene incubando en diversas zonas del país hace décadas, donde crece la pobreza, la indigencia y el delito, mantenía su magnitud. Por eso, otra vez el Presidente pegó el faltazo a otra única actividad anunciada oficialmente, y que iba a ser a pocas cuadras de Casa Rosada, nos referimos al CCK, donde junto a su ministra de Salud, Carla Vizzotti iba a encabezar un homenaje al cumplirse 20 años de la donación de médula ósea.
Esta vez el aviso llegó antes porque el evento estaba programado para las 15 hs. Nuevamente, según una respuesta por WhatsApp, Fernández optó por quedarse en su oficina. Nunca se dijo haciendo qué. Por la tarde, se encendió el helicóptero presidencial, que con su ruido y olor a combustión jamás pasa desapercibido. Una nave -que con o sin agenda oficial- en cada uno de esos vuelos tiene un costo que no baja de los $60.000 pesos por viaje Olivos-Rosada y viceversa.
Lo que no suspendió el entorno presidencial fue gozar de otra salida al exterior. Una de las mayores debilidades del denominado albertismo. Esta vez el destino no fue tan lejano y snob -además de oneroso- como el Caribe, Nueva York y Washington. El tour oficial fue a Chile, pero no por eso menos atractivo. La comitiva esta vez no llegó a 50 personas como la anterior gira, pero sí estuvo conformada por unos cuantos funcionarios, como por ejemplo, el inefable amigo de Fernández, Julio Vitobello (Secretario General de la Presidencia), Santiago Cafiero (Canciller), el diputado nacional, Marcelo Casaretto, el asesor Ricardo Forster y los infaltables integrantes de la custodia, protocolo y ceremonial, sumados a quienes se esconden tras el grupo de prensa del Poder Ejecutivo, que nunca escatima en gastos, aunque uno de los principales problemas de la Argentina (de los 18,6 millones de pobres) sea la falta de dólares.
Gabriel Boric y su par argentino conmemoraron los 205 años del Abrazo de Maipú, aquel encuentro entre Bernardo O´Higgins y José de San Martín luego de la batalla que determinó la independencia del país trasandino. Desde la embajada argentina en Santiago, Fernández participó de manera virtual de una reunión virtual con otros presidentes de la región, como el anfitrión chileno, al que se incorporó el brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva; el colombiano, Gustavo Petro, y quien fue el ideólogo del cónclave, Andrés Manuel López Obrador desde México, entre otros. El zoom tuvo como consigna iniciar una lucha contra la inflación, que en la Argentina ya está en 102,5 por ciento interanual, según datos oficiales del INDEC.
El mandatario argentino no perdió la oportunidad de fomentar un encuentro personal para tratar el tema. El mismo se va a desarrollar en el paradisíaco Cancún. Una nueva travesía que se agrega al viaje a Brasil que Fernández tiene previsto para este mes con la finalidad de acordar junto a Lula el temario que se tratará en Bruselas (Bélgica) en el mes de julio, sobre los acuerdos MerCoSur- Unión Europea.
En Chile también hubo bilateral Boric-Fernández y declaraciones del presidente argentino criticando a los medios, que para él distorsionaron sus diatribas -mediante una carta abierta- con respecto al proceder de la Justicia de ese país, con causas que considera lawfare, entre ellas la que va contra su amigo y asesor externo, Marco Enríquez-Ominami.
El jet Tango 10 fue de Santiago de Chile a la residencia presidencial de Chapadmalal, donde el Presidente tendrá cuatro días de descanso junto a su familia y amigos. Esto no se comunicó oficialmente, pero ante las consultas del periodismo fue reconocido, bajo la excusa de que el mandatario estará analizando desde allí las nuevas medidas económicas que tomó Sergio Tomás Massa. Nos referimos al nuevo plan Soja 3, que deja la moneda estadounidense a 300 pesos para los exportadores de ese producto por 45 días, y que incorpora a las economías regionales durante cinco meses. El tercer DNU en el que Alberto F. estampó la firma, tiene que ver con tomar medidas con aquellos agroexportadores que no están liquidando sus ganancias en billetes verdes.
En Gobierno todos saben que el titular del Poder Ejecutivo no tiene ningún tipo de injerencia en esas determinaciones, sin embargo estampa su nombre en los decretos mientras, como dicen las gargantas profundas en las galerías rosadas: “Alberto ahora se dedica a devolver las gentilezas al kirchnerismo (…) no les va a bajar su candidatura a la reelección hasta el último minuto, si es que la baja!”, aseguran –envalentonados- algunos de los colaboradores que participaron de la excursión que concluyó en el Salón Oval de la Casa Blanca. Esos mismos albertistas se rieron ante el rumor de un posible apoyo de CFK a la precandidatura a presidente al actual mandamás de YPF, Pablo González, ex vicegobernador de Santa Cruz.
En el contexto del vacío testimonial oficial sobre lo ocurrido en el Conurbano bonaerense, especialmente con las teatralizadas detenciones de dos colectiveros por golpear a Berni, fue Cristina Kirchner quien tuvo que recoger el guante y salir con un tuit en el que escribió: “Acabo de ver por televisión el operativo policial donde se detuvo a uno de los colectiveros que agredió salvajemente al ministro de Seguridad de PBA. Me dicen que se trató de un operativo conjunto de la policía de CABA con la Bonaerense. ¿Era necesaria la magnitud del operativo y el tratamiento que se le dió al detenido, como si se tratara de aprehender a un narcotraficante en su bunker? Alguien me escribe… textual: “Al copito que quiso matar a cfk lo trataron mejor que a un colectivero que le metió una piña a berni”. Claro que lo trataron mejor: lo detuvieron los militantes no la policía y yo tuve la suerte que no tuvo Barrientos, la bala no salió.”
Consultado por Política&Medios con respecto al silencio presidencial, un funcionario cercano a Fernández aseveró: “¿Quién banca a Berni? ¿Quién es su jefa política? Bueno, que se haga cargo ella. Alberto habló a través de Aníbal, y creo que con lo que contó de ‘Rambito’ y lo que dijo de Axel, basta ¿no?..”.
El dirigente del PJ se refería a los comentarios del ministro de Seguridad, quien señaló que su homólogo de la PBA no le contesta los mensajes en medio de la discusión por los famosos gendarmes de la discordia entre Kicillof y Nación. En ese contexto de impotencia, se vio a un jefe de Seguridad de todo el país absolutamente superado por la situación, compadreando a un colega periodista en la puerta de la cartera que dirige, a quien le espetó enfurecido: “¡No le permito que me grite!, ¡¡no es que usted va a hacer lo que quiere!!”. Una reacción desmedida ante un trabajador de prensa que nunca le levantó el tono y que como los demás, sólo le hacía preguntas.
Con este cuadro, donde el oficialismo no tuvo mejor idea que salir a culpar a la oposición por la golpiza a Berni, inclusive por el intento de robo que terminó con el homicidio de Barrientos, quedó todavía más al desnudo la incertidumbre que atraviesa -en sus últimos meses de mandato- el dividido Frente de Todos.
La economía no repunta y por el contrario se resiente. El FMI apuesta a negociar con el nuevo gobierno que asuma el 10 de diciembre, pero no deja de exigir el cumplimiento de metas de ajuste a Massa, que en off se animó a cuestionar el comunicado en el que el Fondo afirmó que “la implementación de políticas se ha vuelto menos confiable”, en la Argentina.
Ante este escenario, Alberto Fernández va intensificando la vuelta a su perfil anticristinista, y por supuesto, a todo lo que derive del sector que ella encabeza, incluida la figura de su exaliado en el Palacio de Hacienda, quien no para de amenazar con que si le siguen poniendo piedras en el camino, se va. Una potencial coyuntura que podría acelerar el cimbronazo que se teme en el Instituto Patria.
“Ya es tarde para todo en este gobierno”, reconoce un ladero de la expresidenta que camina el territorio bonaerense, aunque no piensa lo mismo con respecto a la posibilidad de retomar, como en 2015, un combativo rol opositor al ajuste que tendrá que ejecutar una eventual administración de Juntos por el Cambio, fuerza, que a espejo del FdT, lidia con peligrosos recuerdos del futuro.