Tragedia de ruta 14: ¿Podemos salvar a quién toma malas decisiones en ruta?

Salir a la ruta con la intención de divertirse en familia en algún destino vacacional no debería terminar en tragedia. Un destino torcido y contra natura por el cual un viaje de placer se transforma en un infierno no debería existir, pero existe y provoca tanto dolor que vale la pena analizar los factores por los cuales este tipo de luctuosos episodios ocurren, así como la responsabilidad de cada conductor para prevenirlos.

Sin que esta columna signifique abrir juicio contra nadie y con el debido respeto a las víctimas del choque frontal protagonizado por una familia que viajaba de vacaciones hacia la provincia de Misiones, abordamos el caso para aprender de los errores a fin de no repetirlos. ¿Cuáles errores? Numerosos y muchas veces imperceptibles, sobrevenidos en fracciones de segundo tanto en el conductor que invade la mano contraria como en el que (de repente) se encuentra con el vehículo en infracción frente a sí.

Lo primero es viajar descansado, después de un buen lapso de sueño y sin prisa. Acelerar hacia el destino con la premura de llegar implica un riesgo innecesario por cuanto el conductor padece una disminución de reflejos y sus reacciones elusivas pueden ser perjudiciales. Por ejemplo: si el cansancio vence a quien maneja y se produce el famoso parpadeo (una interrupción de las funciones conscientes en un breve período de tiempo) es probable que el automóvil se desvíe de su carril y “muerda” la banquina. En ese instante, lo esencial es no volantear intempestivamente a la izquierda para subir a la cinta asfáltica.

Tragedia de ruta 14: ¿Podemos salvar a quién toma malas decisiones en ruta?

Cuando un auto que circula a cierta velocidad (supongamos por encima de los 100 kilómetros por hora) cae con sus ruedas derechas en la banquina, el intento brusco de corregir la trayectoria es altamente peligroso porque, al recuperar tracción las ruedas que estaban en la tierra o el pasto, el automóvil saldrá disparado hacia su izquierda y muy probablemente protagonice un zigzagueo descontrolado que lo ubicará sobre la calzada contraria, a milímetros de una colisión frontal con otro vehículo que transita en dirección opuesta.

Bajar involuntariamente al arcén de una ruta requiere de cierta pericia para no entrar en pánico. Lo correcto no es volantear para volver al pavimento sino continuar en banquina sin acelerar y sin frenar, permitiendo que el freno motor haga su trabajo mientras intentamos sostener el volante con firmeza. ¿Hay peligro de vuelco en algún badén o una alcantarilla, o si la banquina está en mal estado? Sí, hay peligro de vuelco, pero un vuelco es preferible a un choque frontal porque en ese caso (siempre que los ocupantes lleven cinturones colocados) las chances de sobrevida serán mayores.

Quien esto escribe sostuvo en el programa “Combustión Interna”, emitido ayer por El Litoral Radio, que otro gran error de muchos conductores frente a la conducta imprudente de terceros es la tendencia a darles una lección a los infractores mediante maniobras que empeoren la situación del conductor que ha iniciado un procedimiento equivocado.

¿Podemos salvar a quien se dirige hacia una colisión segura sin ponernos en riesgo nosotros mismos? La respuesta es sí y trataremos de demostrarlo en el último tramo de este informe.

En “Combustión Interna”, en diálogo con el ex juez de faltas Guillermo Gutnisky, el autor de esta columna propuso cuidar al infractor en vez de complicarle las cosas en situaciones límite. ¿Cómo? Sí, cuidarlo, porque muchas veces un choque puede ser evitado si los demás conductores, al observar que un incauto aceleró de más, inició un sobrepaso a destiempo o decidió adelantarse por la derecha, generan con sus conductas un espacio para que el infractor consume su infracción sin impactar contra nadie.

El ex magistrado y profesor de derecho público de la Unne sostuvo que lo ideal es que todos respeten las normas de tránsito, que para eso están. “Si así lo hiciéramos no tendríamos siniestros que lamentar”, reflexionó. Tras coincidir con el catedrático, este cronista añadió que en el mundo real no todos cumplen con la normativa y que ante los errores cometidos en el tránsito es posible generar un hábitat donde los imprudentes sean castigados por la autoridad y no por la justicia “manopropista” de un particular.

Esa justicia instantánea que un conductor intenta aplicar contra otro que ha tomado una mala decisión en plena ruta es, muchas veces, multiplicadora del peligro que rodea a las maniobras temerarias. Muchos conductores que, transitando en condiciones normales, observan que otros violan la normativa de -por citar un caso- no adelantarse en zonas vedadas, buscan aleccionar al díscolo con reacciones como el acelerar todavía más para achicar el margen de quien ha cometido el error.

Esa suerte de carrera psicológica que comienza entre el que se siente invadido por un imprudente y el infractor en sí, deriva en una complejización de los procedimientos que deben seguirse para impedir un choque. Por ende, aunque duela el orgullo del que viene por su camino con corrección, siempre será mejor desacelerar para permitir que el equivocado siga de largo y se acomode en el carril antes que acortar los espacios para disminuir sus posibilidades de escape.

Desacelerar (ni siquiera decimos frenar de golpe porque frenar un camión semirremolque de 16 toneladas también es peligroso) implica crear una ventana de tres o cuatro segundos que le permia al infractor consumar un sobrepaso mal encarado y seguir su camino.

Siempre, a no dudarlo, es preferible contribuir a evitar un siniestro que puede derivar en la pérdida de vidas humanas y hasta en una carambola que perjudique a más vehículos entre los cuales puede estar el nuestro.

De elegir el mal menor se trata, por el bien propio y de los inocentes que viajan a merced de un conductor distraído. Después habrá tiempo para advertir a la autoridad policial sobre la mala conducta de aquel que nos puso en riesgo.

Tragedia de ruta 14: ¿Podemos salvar a quién toma malas decisiones en ruta?
Comentarios de Facebook