La extensa carrera criminal de uno de los narcos más buscados y escurridizos de nuestro país llegó a su fin y de la peor manera. La tranquilidad de su Itatí natal se vio quebrada por los estampidos de un encarnizado enfrentamiento a balazos que segaron para siempre la joven vida de un “peso pesado” del hampa. Un bandido que con su testimonio como “arrepentido” desenmascaró la corruptela del poder político y judicial de la provincia de Corrientes con la que se codeaba y lo beneficiaba. Federico “Morenita” Marín, de 38 años, murió como vivió y cumplió con su promesa de no entregarse sin pelear hasta el final, aplicando la ley del plomo hasta el último de sus días.
Eran cerca de las 22 del domingo, cuando una comisión de efectivos federales lo sorprendieron por calle Benedictinos, a poco metros de esquina Gamarra, casi en el centro de la localidad de Itatí. Le dieron la voz de alto y lejos de acatar, Marín extrajo su arma y comenzó a disparar a todo lo que se moviera delante suyo.
Había llegado a bordo de un viejo Fiat Uno blanco, junto a su hijo, cuando notó la presencia policial, bajó y sin mediar palabras comenzó a los tiros.
Su cuerpo recibió cinco impactos certeros de bala en distintas partes, provocándole la muerte casi inmediata. Dos efectivos federales fueron alcanzados por sus disparos y resultaron heridos, aunque ninguno de gravedad.

El enfrentamiento duró solo algunos segundos, pero los estruendos de los tiros se escucharon por todo el pueblo. Los vecinos comenzaron a salir de sus viviendas y de inmediato los gritos de las hijas y la esposa de Marín develaban que había caído abatido, uno de los pesos pesados del mundo narco de la región. Dos efectivos de la comisión que lo habían enfrentado, Diego Demone, jefe de la División Búsqueda de Prófugos, sufrió el roce de una bala en el antebrazo izquierdo, mientras que el cabo de la División Antisecuestro Sur Juan González, recibió un impacto de bala en el glúteo izquierdo. Ambos fueron trasladados a la capital provincial, donde recibieron atención en el Hospital Escuela. Ya fueron dados de alta.
“Me mataste a mi papá”
La escena del tiroteo fue un hervidero. Hubo gritos, insultos y mucha tensión entre los familiares y conocidos de “Morenita”, los efectivos de la Policía Federal que aún quedaban en el lugar y los refuerzos de la Prefectura Naval Argentina que de inmediato bajaron el lugar, así como patrulleros de la Policía provincial para brindar apoyo.
“¿Por qué no lo atienden? Lo dejaron tirado en el piso”, gritaba la hija mayor de Marín. “Me mataste a mi papá. Me quitaste a mi papá”, le recriminaba al efectivo herido dentro de la ambulancia, mientras otros intentaban alejarla de la escena.
Por varios minutos posteriores a la balacera, todo careció un poco de orden lógico y hubo bastante descontrol. Incluso se temió que algunos intenten algún tipo de represalia armada en el mismo lugar, por lo que se percibía bastante tensión entre familiares y amigos de “Morenita” para con todo lo que vistiera uniforme en la escena. La sensación de que hubiera más gente armada en las inmediaciones, no solo mantenía con la guardia alta a los federales, sino también a los prefectos que bajaron a ayudar.
Luego, un cordón perimetral delimitado por los investigadores logró poner una distancia de varios metros fuera de una escena del crimen, para esa hora ya muy contaminada.
Seguimiento cercano
A “Morenita”, todos sabían que era difícil rastrearlo, por eso los efectivos del Departamento Antisecuestro Sur y de la División Búsqueda de Prófugos, ambos dependientes de la Superintendencias de Investigaciones de la Policía Federal Argentina, prefirieron cambiar de estrategia y comenzar a vigilar a los hijos del narco.
Durante algunos días, se instalaron en Itatí y encubiertos en autos no identificables, siguieron a cada uno de los integrantes de la familia y realizaron escuchas hasta que detectaron un posible encuentro entre Marín y su hijo, muy cerca de uno de los hoteles de la localidad y a pocos metros de una sucursal bancaria.
El juez federal de Morón, Jorge Rodríguez, había ordenado pesquisas, que determinaron que Marín estaría en Itatí. Todos los de la comitiva policial que llegó al pueblo entendieron que cada movimiento debía planearse a la perfección, para lograr atrapar con vida a “Morenita”.
Lo que nadie sabía era que Federico Marín había jurado que jamás volvería a prisión y dejó bien en claro que si la Policía intentaba atraparlo, iba a morir peleando, pero “se llevaría a varios con él”, según comentan quienes lo conocieron. Los efectivos federales sabían que no se trataba de un prófugo común y entendían que, entre los riesgos de acorralarlo para detenerlo, existía una posibilidad de enfrentamiento a tiros, ya que el delincuente siempre andaba armado, a veces incluso hasta con dos pistolas repletas de balas.

Gendarmes investigan
Tras el enfrentamiento que terminó con la muerte de Marín, la Justicia federal determinó por obvias razones, que sea la Gendarmería quien se ponga al frente de la investigación de los hechos que rodearon a ese enfrentamiento. A nadie le queda duda que los uniformados actuaron en cumplimiento de su deber y la muerte del delincuente ocurrió en el contexto de un procedimiento en el que ya se preveía una resistencia feroz y encarnizada por parte del prófugo.

Todo requiere ser investigado, para que no haya fallas en el expediente que se tramita al respecto. Poco más de una hora después de la balacera, los peritos pudieron ingresar a la zona y comenzaron a levantar los casquillos de los proyectiles que se dispararon y decomisaron todas las armas. En el Fiat Uno en el que se movilizaba Marín, encontraron una pistola Glock calibre 40, tres revólveres 38, gran cantidad de municiones, cargadores para todas sus armas y una manopla de hierro. También incautaron la pistola 9 mm, con la que se enfrentó a los policías. Itatí quedó blindada tras el incidente y la tensión sigue.
“No amasó fortuna y teníadevoción por su familia”
La vida de Marín sigue resultando muy interesante. Más allá de llegar a ser un jefe narco, jamás amasó una fortuna y al igual que otros, sentía devoción por su familia. Quizás haya sido lo que finalmente terminó por decretar su caída.
“’Morenita’ siempre tuvo un talón de Aquiles, que fueron su mujer y sus hijos. Siempre, por más que sepa que lo buscaban, hacía lo imposible para estar con ellos. Incluso los metió en el programa de protección de testigos cuando decidió hablar con la Justicia. Todo eso quedó sin efecto al fugarse y, por ello, buscó todas la forma para poder estar cerca”, contó Rubén Leiva, abogado de Marín durante años.
“No supe que haya tenido fortunas, pero tenía una familia muy numerosa y jamás les hizo faltar nada. Siempre les hacía llegar dinero. Si invirtió en vehículos y propiedades, solo lo sabe su esposa”. Tras su muerte, Leiva confirmó que todas sus causas caen y que la mujer tampoco tiene ninguna condena o investigación abierta, por lo que no se vería afectada judicialmente. La organización que lideraba “Morenita”, ahora quedó en manos de otro Marín.