“Los seres humanos somos animales diurnos”, como explica María Ángeles Bonmatí, investigadora postdoctotal de CIBER (Instituto de Salud Carlos III) y autora del libro Que nada te quite el sueño (Crítica). Es decir, estamos preparados fisiológicamente para tener actividad durante el día y para descansar durante la noche. Sin embargo, dentro de ese patrón general, añade Bonmatí, “las personas se pueden clasificar en distintos cronotipos” en función de sus relojes internos, condicionados por sus ritmos circadianos. Simplificando, se puede hablar de personas con cronotipo vespertino y personas con cronotipo matutino.
“Una persona matutina tiende a levantarse y acostarse antes, y suele preferir realizar ejercicio físico a primera hora de la mañana. Además, suele tener más hambre al levantarse y, por tanto, necesidad de desayunar pronto. En cambio, los vespertinos, que suelen acostarse y levantarse más tarde, puede que prefieran retrasar un poquito el desayuno o aguantar solo con un café (aquellos que se lo tomen) y suelen preferir el ejercicio físico por la tarde”, profundiza María José Martínez Madrid, coordinadora del grupo de trabajo de Cronobiología de la Sociedad Española de Sueño, investigadora de la Universidad de Murcia y socia fundadora de Kronohealth, que añade que esas preferencias también rigen a nivel cognitivo: las personas de cronotipo matutino suelen preferir levantarse temprano para estudiar o realizar cualquier otra actividad que requiera concentración o precisión, mientras que aquellos con cronotipo vespertino prefieren hacer estas actividades por la noche.
Aunque, como reconoce Martínez Madrid, hasta la fecha no hay demasiada evidencia científica sobre la relación directa entre cronotipo y mortalidad, diversos estudios, señala, sí que han observado una mayor morbilidad (proporción de personas que enferman) asociada al cronotipo vespertino que, “hipotéticamente y en última instancia”, podría llevar a un aumento de la mortalidad: “Se ha encontrado relación directa entre cronotipo vespertino y trastornos alimentarios (sobrepeso, obesidad, biomarcadores metabólicos no saludables, etc.) o trastornos circadianos como el jet lag social [el retraso considerable en la hora de acostarse y despertarse durante los días festivos]. Además, a nivel psicológico, el cronotipo vespertino ha mostrado ser un factor de riesgo para los trastornos depresivos y los trastornos por uso de sustancias, mientras que el cronotipo matutino parece actuar como un factor protector”.