El obispo auxiliar de Corrientes, José Adolfo Larregain, analizó junto a época los indicadores vertidos por el informe “Deudas sociales en la Argentina urbana 2010-2022” de la UCA, correspondiente al tercer trimestre de este año.
La Universidad Católica Argentina (UCA) difundió esta semana el informe “Deudas sociales en la Argentina urbana 2010-2022” con el que semblanteó el tercer trimestre de 2022 y determinó que en un año la pobreza en el país pasó de 42,4% a 43,1% y la indigencia de 9% a 8,1%.
En la presentación del relevamiento, el director de investigación del observatorio, Agustín Salvia, puntualizó que la pobreza se mantuvo casi igual ya que “estadísticamente no es relevante el medio punto en que creció en 2022”, y por otro, la indigencia sí marcó un descenso, pero se le atribuye al aumento de los planes sociales.
En ese contexto, Salvia subrayó que de no haber mediado la intervención del Estado a través de diferentes medidas de asistencia social, la indigencia se habría elevado al 19,6% y la pobreza por ingresos al 50%.
El obispo auxiliar de Corrientes, José Adolfo Larregain, analizó junto a época ese estudio estadístico y remarcó: “Es muy importante el trabajo que hace la UCA, pero también debemos tener en cuenta las deudas sociales en la otra Argentina, en la de zonas suburbanas, en la de las pequeñas localidades, en la del interior. En el país existen muchas realidades de pobreza y todas deben ser tenidas en cuenta”.

De igual modo, el religioso amplió: “Vemos el incremento de la pobreza en las calles cotidianamente. Hay mucha gente que vende comida. En los semáforos ofrecen chipa, pastelitos, torta parrilla y empanadas. Cuando aflora ese tipo de venta en las calles y avenidas es porque la económica familiar está en crisis y se busca generar el sustento bajo esa modalidad”.
Asimismo, el pastor hiló más fino su análisis y sostuvo: “Hoy hay más gente que está pidiendo, son personas que antes no lo hacían. Algunos quieren monedas y otros comida. En el reporte de la UCA se describe que hay niños que habiendo egresado de la escuela primaria siguen yendo por la copa de leche porque sienten hambre”.
Con esa tesitura, el obispo narró: “La clase dirigente debe encontrar salida a estas situaciones que apremian a millones de argentinos. Sabemos que no es una tarea fácil, pero deben promoverse mecanismos de auxilio ante las situaciones de emergencia”.
Multidimensional
A diferencia de la medición tradicional por ingresos, la UCA realiza habitualmente un relevamiento de pobreza multidimensional que incluye variables como alimentación y salud, servicios básicos, vivienda digna, medio ambiente saludable, accesos educativos y empleo y seguridad social.
En esa medición, la matriz en el tercer trimestre de este año señala que el 39,2% de la población es pobre multidimensional, el 29,5% está en el grupo de los “no pobres por ingresos, pero con privaciones no monetarias”, el 3,7% en el de “pobres por ingreso sin privaciones no monetarias” y el 27,6% restante no son pobres ni tienen carencias no monetarias.
En ese sentido sintetizó que en los últimos años “cuatro de cada diez personas están en condiciones de pobreza y uno de cada diez en indigencia detrás de un mercado de trabajo muy segmentado”.
El aumento de la informalidad laboral generó un crecimiento de la población sin vinculación al sistema de seguridad social que en la actualidad abarca al 32,6% de los hogares.
Entre los principales datos del informe del ODSA de la UCA se destaca que la pobreza por ingresos alcanzó al 43,1% de las personas (aproximadamente unos 17 millones) y el 32,7% de los hogares.
Cultura del trabajo
A la luz de estos datos, el obispo Larregain se detuvo en un aspecto particular de lo reflejado por la UCA. En la presentación del reporte, Salvia, el vocero de la UCA, advirtió: “Se acumulan dos generaciones de pobres y ya estaríamos en el inicio de la tercera por ausencia de modelos de inclusión con eje en el trabajo”.
Sobre ello, el obispo auxiliar de Corrientes deslizó: “Sí hablamos que hay ya un tercera generación de pobres, quiere decir que hoy hay niños que nunca vieron trabajar a su padre ni a su abuelo. La cultura del trabajo se perdió en muchos sectores del país y eso es un problema de fondo”.
A párrafo seguido, el mencionado argumentó que “más allá de lo remunerativo o salarial, el trabajo puede aliviar situaciones familiares apremiantes, especialmente en ámbitos en que las familias tienen un terrenito o una pequeña parcela”.
“Antes los espacios para la huerta eran muy comunes en cualquier vivienda y hoy ya no es tan frecuente. Plantar algo en la casa, ya sea zapallos, maíz o lechuga, aliviana el gasto de las familias y es muy saludable. Hay que recuperar esos hábitos”, arengó.
En otro tramo del diálogo con este matutino, Larregain hizo hincapié en la importancia de encontrar mejoras en la economía del país, luego de años de inflación constante.
“La economía es nuestro gran problema. Tengo 56 años y es el mismo tema recurrente de siempre. Ojalá se puedan establecer bases que perduren y permitan desarrollo, estabilidad y crecimiento”.
Por último planteó que no se deben repartir culpas sino apuntalar medidas en conjunto para, entre todos, colaborar a que se den mejoras y mayores oportunidades.
Balance de fin de año y fiestas
Durante la comunicación con época, el obispo auxiliar se apartó de la temática central y se refirió a lo que representa para las personas el cierre del año, más precisamente el mes de diciembre. “Cursamos un mes que es de balance. Nos hacemos muchas preguntas, debemos tomarnos un tiempo para responder, analizar y también rezar si somos personas de fe”.
Postuló reflexionar con calma. “Muchas veces nos ocurre que hacemos el balance de tal o cual año con un criterio más cercano a lo económico-financiero que a lo humano. La vida es mucho más que pérdidas o ganancias”, graficó.
Larregain instó a que cada uno analice cómo vivió lo que paso este año. “Hay situaciones y realidades muy difíciles desde lo económico, político y familiar. Nos tenemos que preguntar qué es lo que queda pendiente para el próximo año y encararlo con esperanza, con fe y voluntad. Todos sabemos que nuestra vida no va a cambiar mágicamente tras el 31 de diciembre”, recalcó.
Por otra parte, anunció: “No hay que perder el interés y la motivación de las fiestas navideñas, hay mucho por festejar. Navidad es un tiempo litúrgico en el que, lamentablemente, suele ocurrir que el acelere del fin de año nos devora el verdadero valor de esos festejos”.
“Es un tiempo hermoso que hay que vivir con intensidad, recuperando el encanto, ternura y belleza de celebrar la Navidad, que es la presencia permanente de Dios con nosotros. Luego, encarar el cierre del ciclo y la llegada del Año Nuevo con el deseo y compromiso para que sea mejor, poner todo de nosotros para iniciar esa nueva etapa con fe y esperanza”, culminó.
El impacto de la asistencia estatal
La Universidad Católica Argentina (UCA) realizó una medición de la pobreza y los planes de asistencia del Estado que crecieron con la pandemia de COVID-19. Se implementaron mecanismos compensatorios como IFE, bonos extraordinarios a AUH, Tarjeta Alimentar y refuerzos en la entrega de viandas y bolsones de alimentos.
Pero destacan que la cobertura de los programas sociales es superior a la existente en la prepandemia. Específicamente, en el año 2022 “se incrementa -en términos interanuales- la proporción de hogares perceptores de transferencias monetarias o asistencia alimentaria directa”.
Así en 2022, sin planes sociales la pobreza llega al 51,1% de las personas y el 40,4% de los hogares tiene cobertura de algún tipo. Los números muestran el papel creciente de la asistencia social en la capacidad económica de los hogares. Esa ayuda a los hogares pasó en 24,4% en 2010 a sus actuales 40,4%. Casi se duplicó en 12 años. El período más alto fue en pandemia (47,3%).