Colonia Carolina

En el país que después de la propia Italia tiene en uso más apellidos italianos en el mundo, el mes de junio nace pisando fuerte porque el día dos se conmemora el advenimiento de aquella República, y el tres, ya más en nuestra propia casa, el Día del Inmigrante italiano, y eso en homenaje al nacimiento de uno de los dos padres de nuestra patria, el General Manuel Belgrano.

Cuando se sostiene que Argentina es un producto de la inmigración, no estaría de más agregarle…”italiana”, por la densidad de la trama, la extraordinaria urdimbre social que nuestros antepasados entretejieron a partir del momento en que bajaron de los barcos, o penetraron atravesando nuestras siempre porosas fronteras desde otros países, y en especial algunos de aquellos que limitan con nosotros, principalmente Uruguay y Brasil.

Por lo común fue una inmigración menesterosa y escasamente alfabeta, como mis ancestros contadinos (labriegos), y además terrone (del sur de Italia, un poco menospreciados por el resto de la Península, en especial por el Norte Industrial) que trajeron principalmente sus manos, desnudas pero más que dispuestas a empuñar el pico y la pala. Otros también familiares míos, venían con un oficio, sobre todo muratori (albañiles). De todas formas, veremos en el desarrollo de la nota que en nuestra provincia, en la más simbólica de las inmigraciones italianas de Corrientes, estuvieron representados sobre todo los oficios manuales que era dable cultivar en Europa, y que rápidamente, apadrinados por los criollos, se hicieron baqueanos en las destrezas ganaderas propias de nuestro suelo. En algún caso, me refiero específicamente a la talla en madera, en la que sigue siendo célebre el trabajo de Lorenzo Tomasella y su conocidísima “Capilla del Diablo”, dedicada en realidad a la Virgen del Buen Consejo.

La Colonia Carolina, no fue la más grande ni la más próspera de cuantas se afincaron en Corrientes, pero sí la más célebre, al punto de convertirse en un símbolo y haber dado albergue a la Fiesta Provincial del Agricultor, que desde 1984 se celebra durante un fin de semana de la primera quincena del mes de septiembre, y al ser la sede permanente de esa festividad, es la tribuna desde la cual los gobernadores lanzan sus políticas agropecuarias, y el trampolín donde toman envión los anuncios de los Intendentes de la ciudad de Goya.

Desde el punto de vista histórico, la colonia constituye hoy en día, por muchas razones, un objeto de estudio completo, porque en el plano normativo, con la sanción de la Ley 5794 del año 2007, que en definitiva extingue el nombre de “Colonia Carolina” y crea una nueva comuna de tercera categoría denominada “Carolina” a secas, con las elecciones realizadas el 13 de septiembre de 2009 para designar autoridades comunales, y con la asunción del primer intendente de Carolina, el ingeniero Marcelo Nocetti, Daniel Ranaletti como Vice Intendente, y tres ediles, Humberto Bozzer, Miguel Zarantonelli y Mario Almirón, se cierra un proceso histórico que se iniciara en 1882 o 1885, cuando en campos de su propiedad, José Jacinto Rolón, un fuerte hacendado goyano, comienza las gestiones para instalar una Colonia agrícola, como producto de un cuidadoso, sistemático y prolongado proceso de adquisiciones previas (1860. Campo “Mojones”).

ASINFOROSA ROLÓN Y RUBIO.

Una colonia pensada como corolario de la política diseñada por el gobernador de entonces, el Dr. Juan Ramón Vidal, que apuntaba a unir a colonos europeos con criollos, pensando en los beneficios que aportarían los inmigrantes a los nativos. En lo tocante a la conmixtión planteada, el asentamiento de Colonia Carolina fue donde se radicaron mayor número de europeos – italianos -, que hayan residido nunca en el territorio provincial, de allí su fama.

Cabe agregar que se trató de una colonización privada, en la que el primer censo – 1895 -, que propone guarismos, establece que la colonia estaba poblada por un 78% de italianos, y los sudamericanos (argentinos y paraguayos) y europeos restantes (españoles) representaron el 22% restante, por lo menos hasta el año 1910. La Estadística que Tomás Mazzanti publica en el diario “La Patria” en 1886, contabiliza 64 habitantes y 21 viviendas. El momento pico, lo habría alcanzado en 1895 con 600 habitantes y 87 viviendas que enlistan material cocido, estantes, negocios, capilla y en proceso de construcción.

Acorde a ese censo, la mayoría de los habitantes son argentinos (403, el 67%), seguidos de los italianos, que suman 161 (el 27%), el resto son sobre todo españoles. Para el censo de 2001, el número de pobladores ha descendido a 288, señalando claramente el declive de la colonia.

Los hacedores que interesa destacar son en principio tres personas, José Jacinto Rolón, Sinforosa Rolón y Rubio y Tomás Mazzanti. Rolón porque es quien con un criterio eminentemente filantrópico da vida a la colonia, dividiendo en parcelas de 20 hectáreas campos suyos, alambrándolas y vendiéndolas en condiciones harto generosas a los colonos, la mitad para cultivos y la otra mitad reservada para el ganado, con opción a adquirir una cantidad igual.

La leyenda colonial registra que uno de los italianos, arrodillado en el centro de sus 20 hectáreas (unos cuatrocientos por quinientos metros), con la esposa al lado y los hijos como jalones, marcando de pie los límites, tomando tierra con ambas manos mira a la mujer y le dice en su castellano cocoliche “vieca ¿Qué vamo a fare (hacer) con tanta tierra? Porque en el antiguo “paese” (país) las fracciones posibles comparativamente eran pañuelitos.

Sinforosa Rolón y Rubio era una gran dama, famosa por su devoción, que de su fortuna hizo edificar la originalísima Iglesia de San Roque y San Jacinto, en Goya, con planta de Cruz griega (los dos brazos iguales) y un baptisterio elevado donde se halla su sepulcro, porque dijo que quería yacer entre los nuevos cristianos. Lo curioso es que su heredero, un sobrino suyo, respetó su voluntad e hizo edificar el templo con el producto de la venta de la mayor de sus estancias.

Los habitantes de la colonia le adjudicaban un hecho prodigioso, narrando cómo había detenido una inundación, rezando el rosario en el borde de las aguas que avanzaban. Es fama también que viajó a Tierra Santa, y que a modo de cheques de viajero llevó un baúl repleto de libras esterlinas de oro. El modelo de la Iglesia de San Roque y San Jacinto (“La Rotonda” para los goyanos), habría sido un palacio florentino que ella y su yerno vieron durante la travesía.Previous

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A diferencia de los inmigrantes italianos de otras latitudes, de los que tantos eran mazzinianos, anarquistas y demás, los de la colonia, gente venida en su mayoría del Véneto, era sumamente religiosa, puede decirse que “milagrera”, porque además del rezo de Sinforosa, narraba también la bendición con que el padre Gershi había espantado una gran tormenta, y, desde luego, lo que Lorenzo Tomasella, el principal genearca de la colonia, consideraba un milagro, cuando una niña pequeña cayó bajo la rueda de su carro, que la pisó sin que sufriera daño alguno.

Quizá el ejemplo más palpable de la religiosidad de la colonia, lo represente lo que en su momento califiqué de “batalla de los crucifijos”, cuando en el año 1957, el Inspector de Zona hace retirar los crucifijos de las aulas y un grupo de vecinos concurre a la escuela e increpa a la Directora por haberlos retirado. A partir de allí se produjo un tira y afloje del cual el principal protagonista fue quien en su momento se desempeñara como inspector de enseñanza religiosa Ataliva Laprovitta, que, finalmente, en noviembre de 1960 es designado Inspector de Zona y lleva adelante la reposición de los “Cristos” y de “la imagen de la Virgen de Luján”.

Entrevistado por Elena Layús, su hijo, el doctor Juan J. Laprovitta, en el año 2008, en una extensa nota narró que el origen de la disputa se remontaba al año 1954, “cuando ya la relación del gobierno de Perón con la Iglesia comenzó a ser tensa y el intendente de Goya, un amigo de papá, defendía el gobierno de Perón, y mi padre defendía su religión. Entonces ocurrió eso de los Crucifijos…por orden del intendente y el gobernador de Corrientes” En definitiva, Laprovitta en una conferencia pública en la Escuela Normal de Goya, entre otras cosas dijo que “antes que peronista era católico y al otro día lo dejaron cesante siendo padre de siete hijos”. El doctor Laprovitta refirió además que el suceso inicial fue en 1955 y no en 1957 y que en época de Frondizi, hacia 1959 ó 1960, su padre ganó un concurso y fue designado Inspector de Escuelas Nacionales de la Provincia de Corrientes en toda la zona cercana a Goya y Esquina, y el párroco de Colonia Carolina le organizó un homenaje por su defensa de los crucifijos y la imagen de la Virgen, que durante todo ese tiempo había estado en la casa paterna.

En otro orden de cosas, la relación de la colonia con los garibaldinos quizá requiera una pesquisa más exhaustiva, porque a pesar de que se citan muchos nombres, lo concreto es que más allá de unos pocos como “Caporale” (un sargento escapado de Italia vestido de sacerdote llamado José Cristiani, que después habría tomado el nombre de Domingo Santajuliana), la principal figura que se decía había sido integrante de “I mille de Garibaldi” (los mil de Garibaldi), fue Tomás Mazzanti, que trabajando para José Jacinto Rolón administró la Colonia, tuvo un hotel en Corrientes durante la Guerra del Paraguay, construyó el célebre Teatro “Elsa”, el edificio de esa índole más antiguo que queda en el país, periodista, fundó el diario “La Patria”, con dos cajones de tipos capturados en Ñaembé, cuyo plomo usaban los jordanistas para fabricar proyectiles. También diestro pintor al decir de Ambosetti, cuyas telas era posible hallar en varias casas de la provincia. Asimismo redactó una suerte de autobiografía narrando sus andanzas europeas y americanas, de la cual restaría una copia en la Casa de la Cultura de Goya y fue analizada por Miguel Alberto Tomasella, un descendiente de los primeros pobladores, en uno de sus libros.

Destaca la relación de Mazzanti con Juan Bautista Ambrosetti, que en 1892 visita Goya, y durante su estadía recorre la Colonia acompañado por éste, que se desempeña como administrador. El interés del gran naturalista, padre de nuestros estudios folclóricos, exaltado en carácter de proto antropólogo, como él mismo expone, es el descubrimiento de Mazzanti, comunicado al Perito Moreno, por entonces al frente del Museo de la Plata, de una serie de “paraderos indios” en las riberas del Paraná, con abundancia de alfarería y piezas líticas.

A partir de allí, siempre en sociedad con el italiano, Ambrosetti desarrolla la principal actividad que motiva su viaje a Goya: la pesquisa de los yacimientos arqueológicos que en una estancia de Sinforosa Rolón y Rubio, situada en Peguahó, guardan relictos aborígenes. Ambrosetti, saquea las colecciones organizadas a lo largo de 30 años por el gringo, que van a enriquecer los fondos del Museo de la Plata. Cabe señalar que la vinculación inicial entre ambos, al parecer sería de raíz masónica. Finalmente, para cerrar el tema, puede destacarse que esos “paraderos” han dado origen a nuevas investigaciones arqueológicas en los últimos años.

Otra cuestión destacable del proceso histórico de la Colonia Carolina es lo que se relaciona con la llamada “Capilla del Diablo”, nombre adjudicado por los vecinos y curiosos, a las tallas de apariencia infernal con que la decorara su constructor, Lorenzo Tomasella. Hoy está prácticamente vacía porque los desaprensivos de toda índole han robado las esculturas, que una versión asociaba al Infierno del Dante.

Arcángela Tomasella de Zini, una de sus hijas, en una entrevista del año 1977 para el periódico La Semana de María Teresa Operto, narró que Tomasella comenzó las tallas luego de haber edificado la Capilla que construyó ayudado por sus hijos en unos cuatro o cinco años. Según ella, como ya no trabajaba en la chacra, “se ocupó de eso para pasar el rato” y “trabajaba con un cuchillito, un cortaplumas”. Para la talla de la Virgen, la tomó a ella de modelo porque “yo era la que estaba más libre, la más chica, mis hermanas estaban siempre muy ocupadas”.

La colonia fue un buen ejemplo de la realidad del mandato bíblico “creced y multiplicaos”, porque estas familia italianas, en su mayoría se caracterizaron por tener un gran número de hijos, inclusive algunos de ellos jugaron apuestas a ver quién procreaba más. En el año 1993, unos 2.500 integrantes de la familia Tomasella viajaron en el mes de octubre a Goya para llevar adelante una celebración por todo lo alto, en la que el periodismo no dejó después de incluir una breve biografía del genearca, Lorenzo Tomasella. Una colega de ese apellido me comentó en cierta oportunidad que en su adolescencia, cuando en Goya las invitaban a bailar o a salir jóvenes desconocidos, tenían la precaución de asegurarse que no eran “primos” que residían en otro punto de la geografía provincial.

Como probablemente resulta obvio, quedan muchas cuestiones por historiar sobre el proceso productivo, el ascenso y apogeo, y la decadencia de la colonia, que con el paso del tiempo se torna asiento de algunos barrios privados, y que en su casco urbano pasa a dar cabida a diversas residencias de fin de semana. También la estrecha relación con la ciudad de Goya, la incidencia del ferrocarril en el crecimiento y depauperación colonial, el proceso de sustitución de la Colonia como principal proveedor de insumos agropecuarios y de talleres de toda índole de Goya, por producciones de otras provincias, en especial Entre Ríos, y la incidencia de las mejoras en la transitabilidad de las rutas y los cruces de los cursos de agua. También la construcción y desarrollo de los mitos y leyendas sobre una prosperidad colonial que en realidad no fue de la magnitud fabulada, la dureza de la vida agraria para todos, en especial las mujeres, y en particular para los grupos familiares con escaso o nulo número de hijos, las relaciones de los colonos con sus patrones, la disgregación de las familias cuando los hijos se hacían grandes y la tierra dejaba de ser suficiente para todos, en fin, mucho queda por analizar de esos 127 o 130 años de historia que llegó a cumplir la Colonia Carolina, antes de dejar de serlo.

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