Cerraron los comicios en Brasil.

Unos 156 millones de electores fueron convocados a votar presidente, Cámara de Diputados, tercio del Senado y gobernadores. El presidente del Tribunal Superior Electoral, Alexandre de Moraes, destacó el clima de “absoluta tranquilidad” en que transcurrió la jornada.

Los brasileños votaron este 2 de octubre en las elecciones presidenciales, un pulso feroz entre el presidente Jair Bolsonaro y el gran favorito en las encuestas, Luiz Inácio Lula da Silva, dos archirrivales que encarnan visiones opuestas de Brasil. 

Los centros de votación cerraron a las 17:00 locales, pero quienes permanecían en la fila al momento del cierre podrán votar, según las autoridades electorales. Los resultados se esperan para cerca de las 20:00.

El presidente del Senado brasileño, Rodrigo Pacheco (PSD-MG) , dijo antes del cierre de las urnas que todos los derrotados deben reconocer el resultado de la votación.

“Este domingo ejercemos nuestro libre derecho al voto y el resultado que espero de las máquinas de votación electrónica es el mantenimiento de la democracia”, dijo en una publicación en las redes sociales. “Que los elegidos asuman sus responsabilidades y que los vencidos reconozcan el resultado”, agregó.

La presidenta nacional del PT, diputada federal Gleisi Hoffmann (PR), dijo por su parte que el presidente Bolsonaro “no es más grande que Brasil ni más grande que las instituciones brasileñas” y que tendrá que aceptar los resultados electorales.

“Bolsonaro no es más grande que Brasil, no lo es. Así que el resultado que salga hoy Bolsonaro tendrá que aceptarlo, como tendremos que aceptarlo nosotros”, dijo Gleisi. 

“Intentaron durante todo este proceso amedrentar con violencia. De hecho, tuvimos dolor, porque perdimos compañeros que fueron asesinados en este proceso, que sufrieron violencia y agresión y todavía no bajamos la cabeza”, dijo.

El presidente nacional del PSOL, Juliano Medeiros, que no le corresponde a Bolsonaro aceptar o no los resultados. “Si Bolsonaro quiere, que llore”, dijo.

Unos 156 millones de electores fueron convocados a votar el domingo la Cámara de Diputados, un tercio del Senado y los gobernadores y asambleas legislativas de los 27 estados. El presidente del Tribunal Superior Electoral, Alexandre de Moraes, destacó el clima de “absoluta tranquilidad” en que transcurrió la jornada.

Lula da Silva tiene amplias chances de imponerse incluso en primera vuelta, algo que no ocurre desde 1998, mientras que Bolsonaro insiste en que las encuestas mienten y asegura que puede haber fraude.

La última encuesta del Instituto Datafolha atribuye 36% de las intenciones de votos válidos a Bolsonaro frente a 50% para el expresidente Lula (2003-2010), porcentaje mínimo para evitar un segundo turno el 30 de octubre.

Levantando los pulgares en símbolo de victoria, Lula votó en Sao Bernardo do Campo, región de Sao Paulo donde se forjó como líder sindical en los años 70, deseando que Brasil “vuelva a la normalidad”. “Este país precisa recuperar el derecho de ser feliz”. “No queremos más odio”, agregó en alusión a la polarización de la sociedad que se acentuó bajo el gobierno Bolsonaro.

Bolsonaro votó vestido con una camiseta amarilla de la selección brasileña en el barrio Vila Militar de Rio de Janeiro: “Unas elecciones limpias deben ser respetadas”, dijo el excapitán del Ejército, y deseó que “venza el mejor”. Si pierde, Bolsonaro sería el primer presidente en no conquistar la reelección, instaurada en Brasil en 1997. 

Bolsonaro, de 67 años, gobernó Brasil en medio de grandes crisis, especialmente con una fustigada gestión de la pandemia que dejó 686.000 muertos y un desafío constante a las instituciones democráticas. 

Mantiene un sólido apoyo entre el electorado evangélico, el agronegocio y los sectores más conservadores. Además, recibió el apoyo del republicano Trump, que llamó a votar en un video por “uno de los mejores presidentes del mundo”.

Lula, que presidió Brasil durante un periodo de fuerte crecimiento y dejó el poder con un envidiable índice de popularidad, vuelve al ruedo político con 76 años y sin poder sacudirse a ojos de parte de la sociedad la mancha de la corrupción, pese a que sus condenas en el escándalo “Lava Jato” fueron anuladas por motivos procesales. 

Excarcelado en 2019 tras pasar 19 meses en prisión, Lula cuenta con el apoyo de las clases populares, las mujeres y jóvenes y trata de seducir al mercado y sectores moderados. Su candidato a vicepresidente es el tecnócrata Geraldo Alckmin.

De ganar, promete combatir el hambre en Brasil, sacar al país de su aislamiento diplomático y combatir la deforestación masiva de la Amazonía registrada bajo Bolsonaro. 

Desde hace meses, Bolsonaro arremete sin ninguna prueba contra la fiabilidad del voto electrónico vigente en Brasil. Su actitud ha llevado a muchos observadores a temer violencia por parte de sus seguidores, como ocurrió con la toma del Capitolio estadounidense en 2021, tras la derrota de Donald Trump.

Si Lula gana en primera vuelta, “Bolsonaro cuestionará” los resultados, pero no tendrá éxito porque “ni la prensa, ni la élite económica en Brasil son favorables a un quiebre institucional”, sostiene el analista Adriano Laureno, de la consultora Prospectiva.

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