El índice récord respondió al incremento de los servicios de los hogares, principalmente el alza de la electricidad y el gas, así como al aumento de los alimentos, las bebidas no alcohólicas y el transporte
El índice de precios al consumo (IPC) del Reino Unido se situó en septiembre en el 10,1%, frente al 9,9% en agosto, por lo que se mantiene en el nivel más alto en 40 años, informó este miércoles la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS, en inglés).
El ascenso de la inflación respondió al incremento de los servicios de los hogares, principalmente el alza de la electricidad y el gas, así como al aumento de los alimentos, las bebidas no alcohólicas y el transporte, añadió la ONS.
El director de estadísticas económicas de la ONS, Darren Morgan, dijo que, después de una ligera caída el mes pasado, la inflación ha vuelto a subir, debido al “incrementos adicionales en los alimentos, que experimentaron su mayor aumento anual en más de 40 años, mientras que los precios de los hoteles también aumentaron después de caer en esta época el año pasado”.
“Estos aumentos fueron parcialmente contrarrestados por las continuas caídas en los costes de la gasolina, con los precios de las aerolíneas cayendo más de lo normal para esta época del año y los precios de los automóviles usados también subieron menos que los grandes aumentos observados el año pasado”, agregó.
La cifra de inflación de septiembre es importante porque es utilizada para calcular el incremento de la pensión estatal en abril.
El ministro británico de Economía, Jeremy Hunt, dijo hoy que el Gobierno “dará prioridad a ayudar a los más vulnerables mientras brinda una estabilidad económica”.
En los últimos meses, el IPC del Reino Unido ha mantenido una fuerte tendencia al alza, lo que ha obligado al Banco de Inglaterra a disponer una serie de incrementos en los tipos de interés para intentar frenar la subida de la inflación.
Hace unas semanas, el banco emisor inglés subió en 0,5 puntos porcentuales los tipos de interés hasta un 2,25%, su nivel más alto desde diciembre de 2008.
El Reino Unido atraviesa un contexto político delicado. La semana pasada, la primera ministra, Liz Truss, despidió al ministro de Economía, Kwasi Kwarteng y lo reemplazó por Jeremy Hunt.
En medio de la crisis, los diputados conservadores dieron a Truss un plazo de 17 días para salvar su puesto como primera ministra.
Truss permanece en el cargo, por ahora, en gran parte porque su Partido Conservador está dividido sobre cómo reemplazarla.
En un intento por seguir como de costumbre, Truss celebró una reunión de gabinete el martes, donde, dijo su portavoz, hubo una “discusión en profundidad” del nuevo plan económico y nadie le pidió su renuncia.
Truss también se reunió con legisladores de facciones conservadoras rivales, argumentando que mantenerla en el cargo puede brindar estabilidad, a pesar de que tuvo que deshacerse de casi todo el prospecto en el que fue elegida líder del partido hace solo seis semanas.
Castigada pero desafiante, Truss reconoció el lunes que “se cometieron errores”, pero insistió en que llevaría a los conservadores a las próximas elecciones nacionales.
Pocos creen eso. La prensa partidista y animada de Gran Bretaña está inusualmente unida en la opinión de que Truss está condenada.
El mercado de bonos del gobierno británico y la libra se debilitó el martes, ya que el alivio por el cambio de rumbo del gobierno se vio atenuado por el reconocimiento de que es probable que las nuevas políticas impliquen un crecimiento económico más lento.
La libra cayó un 0,75% frente al dólar estadounidense a 1,1273 dólares en las operaciones de la mañana en Londres, después de subir hasta un 1,2% el lunes. Los rendimientos de los bonos del gobierno a 10 años subieron a 4,081% después de caer a 3,973% el lunes. Los rendimientos de los bonos, que representan el rendimiento que los inversores reciben por su dinero, aumentan a medida que disminuye la solvencia del prestatario y disminuyen cuando mejora.