En un país estancado como consecuencia de una Inflación devastadora, cada solución que intenta el Gobierno termina convirtiéndose en un problema mayor
En términos del “cristinismo puro”, con La Cámpora como brazo ejecutor, podría definirse a la política de barricada como la intervención precaria destinada a interrumpir los flujos corrientes de los acontecimientos para evitar su normal desenlace. Su instalación responde a un proyecto de control sobre el Estado que imposibilita o dificulta el desplazamiento de elementos considerados indeseables. Un ejemplo claro, entre muchos, fue todo lo sucedido en torno a Martín Guzmán. El poder del gobierno se encuentra actualmente más fragmentado que nunca. Cada socio del frente oficialista atiende su juego, con Cristina Kirchner a la cabeza ocupada en su propia agenda personal, que tiene a la Corte Suprema de Justicia de la Nación como última parada antes de una posible condena firme en la causa Vialidad, Alberto Fernández que intenta sus últimos estertores de independencia, mientras Sergio Massa apuesta a la jugada heroica de que la economía no explote.
El 20 de noviembre de 2022 es un día clave para el Gobierno. Comienza el Mundial de Fútbol en Qatar que nos mantendrá entretenidos hasta el 18 de diciembre, cuando se juega la final. Faltan exactamente treinta y cinco días. Serán contados uno a uno por un Gobierno que se acerca velozmente a su punto de quiebre. La intención política del Frente de Todos es dejar pasar el tiempo, rogando por una actuación destacada de la Selección. Por un par de semanas esperan que la agenda nacional esté ocupada con otros temas que no sea la degradación nacional y popular que padecemos a diario. Luego vienen las Fiestas y las vacaciones. Marzo de 2023 queda a la vuelta de la esquina, como meta aspiracional para llegar sin mayores sobresaltos. El último recambio de ministras no es más que la evidencia de la desorientación del Presidente, que se siente en “control”, mientras CFK sigue haciendo política de barricada, muy lejos de los problemas de la gente real. Ya quedó en el olvido, por ejemplo, la reunión del Secretario de Comercio con el fabricante de las “figuritas” del mundial y la Unión de Kiosqueros. Fue un hecho que sintetiza dónde está centrada la preocupación de esta administración.
Vivimos en un país estancado en el tiempo, discutiendo los mismos problemas de siempre, pero esta vez hemos caído más bajo que con cualquier otro gobierno. Tenemos incluso el récord de “tipos de cambio” para una economía absolutamente anormal. Es un galardón nefasto para un gobierno que nació enfermo desde el mismo momento en que Cristina anunció como “su” candidato a Presidente a Alberto Fernández. Es una administración que se caracteriza por encontrar un problema mayor como única solución a los dilemas que debería solucionar.
La problemática de los terroristas autodenominados mapuches es una muestra más de la pérdida del sentido común que caracteriza al Frente de Todos. Ni qué hablar del fogoneo a la toma de las escuelas como la cruda evidencia de la educación militante que ha degradado a todo nuestro sistema educativo. Argentina como país no está en control de su rumbo. Vivimos un estado de improvisación permanente, tan malo, que para el Gobierno fue una buena noticia que la inflación mensual de septiembre haya sido menor al 7%.
En el Frente de Todos siguen juntos en lo formal, solo por la conveniencia (y por espanto a la Justicia), no por las convicciones. Sabido es que la sociedad, en su conjunto, tiene un alarmante nivel de pesimismo y desánimo. Los analistas de opinión pública coinciden en que los indicadores de insatisfacción y desencanto por la coyuntura económica son alarmantes e impactan en todo el sistema. Advierten una consolidación del desinterés en la política. Se ha extendido una cultura de la marginalidad, en buena medida estimulada desde el poder por su propia incapacidad de solucionar los problemas de la gente común. Hay una mirada generalizada de pesimismo en relación a la performance de la economía para los próximos meses. Si bien el FdT viene perdiendo votos, aún mantiene un piso cercano al 25% que los deja más cerca de Milei que de JxC. No sea que tengamos una sorpresa “electoral” donde el libertario terminen jugando su partido junto a Macri, situación que por vía de hipótesis podría dejar al próximo gobierno con un alto porcentaje de votos y dominio pleno en ambas cámaras.
Mientras tanto CFK, los camporistas y sus compañeros están ocupados en cuidar las cajas que gestionan y los espacios de poder que ocupan, preparando en muchos casos, el escenario de tierra arrasada para cuando llegue la marea electoral que los podría desalojar del poder. Pero antes intentarán la jugada histórica de dar vuelta un panorama electoral adverso, donde la tierra ya arrasada se los terminará tragando. En ese contexto, la inflación y el demorado ajuste tarifario harán que la “mecha” de la sociedad sea mucho más corta, en un clima generalizado de hartazgo social. Agravado aún más por el reciente informe del FMI que pronostica una caída generalizada de la economía mundial, con un fuerte impacto en las economías más débiles (como la nuestra). Ínterin, el tema de la inseguridad está dejando de ser solo una preocupación de los votantes de JxC y de los libertarios para adentrarse directamente en el corazón de los votos del FdT. En efecto, la inseguridad en los barrios más carenciados del conurbano bonaerense es más que preocupante, llegando a niveles nunca antes vistos, mientras se sigue, desde el Gobierno, haciendo la vista gorda frente al flagelo del narcotráfico. Un hecho de esta semana, tan grave como el atentado a CFK, marca un punto de inflexión que no puede ser dejado de lado: la amenaza pública a periodistas de Rosario a manos de un grupo narco. ¿Qué esperan para actuar con todo el peso de la ley? ¿Un muerto?
Frente a un contexto general adverso, la eliminación de las PASO es para CFK una clara jugada que intentará implementar en su política de barricada, como forma de interrumpir el curso normal de los hechos, intentando cambiar las reglas de juego antes de las próximas elecciones, en un acto autocrático, producto solo de la desesperación por el licuamiento de votantes que está sufriendo. Como sabemos juega a fondo y con todo lo que tenga a mano. La realidad es que la Vicepresidenta no tiene cómo responder a las tres principales preocupaciones de la mayoría de los votantes (o sea al 70% que presumiblemente no la votaría): 1) inflación, 2) incertidumbre económica y 3) inseguridad. CFK con sus jugadas no hace más que anticipar sus flancos débiles, frente a lo cual nos cabe preguntarnos: ¿no será hora de que los dirigentes de la oposición se tomen en serio la necesidad de definir sus candidatos y encolumnarse para dar una sensación de previsibilidad y rumbo?
Con este escenario por delante, y la sociedad presa de una sensación de incertidumbre y preocupación, es claro que la representatividad de las coaliciones (gobierno y oposición) deja mucho que desear. En el caso de quienes tienen la responsabilidad constitucional de administrar los destinos de la Nación, es mucho más grave aún ya que la pérdida de rumbo es evidente y percibida, con facilidad, por el ciudadano común. Basta hablar con el “tachero” o el mozo del bar para comprender que las prioridades del Gobierno nada tienen que ver con las de la gente, esa que cada dos años, a la hora de votar, les prometen un futuro mejor que nunca llega. De este modo tenemos un gran desinterés de los votantes por la “política”. Una evidencia hilarante de esa desconexión sucedió en la Cámara de Diputados (que no se reúne con mucha frecuencia para tratar leyes necesarias como la de Alquileres) donde se recibió un pedido del diputado oficialista Daniel Arroyo para declarar a Marcos Paz Capital Nacional del Jamón Crudo, agregando que lo hace para incentivar la “producción”.
La dirigencia banaliza los problemas de sus votantes. Las políticas económicas de CFK han fracasado. Por más que se sienta una estadista, está claro que no supo, no pudo o no quiso hacer lo que había que hacer para sacar el país adelante, ya que siempre privilegió el relato y sus propios intereses por sobre la realidad, a diferencia de Néstor Kirchner, mucho más pragmático en lo económico, en todo sentido lamentablemente, y a la vez gran responsable de la matriz de contrataciones del Estado que da sustento a la causa “Vialidad” donde CFK está siendo sometida a juicio. Toda una paradoja del destino. Salimos del molde de la normalidad para abrazar -siempre en pos del relato- la anormalidad como estilo de país. ¿No se dan cuenta que la anormalidad solo nos hunde cada vez un poco más