(Pablo Roma Gremiales) – En la sede de Azopardo el clima es espeso. Con el paro general del 10 de abril a la vuelta de la esquina, en la cúpula de la CGT ya nadie disimula la bronca y, sobre todo, la desconfianza. El blanco de las sospechas es claro: Luis Barrionuevo. Según dirigentes cercanos a Héctor Daer, el histórico sindicalista gastronómico habría sido el nexo entre la Unión Tranviarios Automotor (UTA) y el Gobierno de Javier Milei para boicotear la medida de fuerza.
La maniobra habría sido tan quirúrgica como premeditada. Hace apenas diez días, la UTA —liderada por el silencioso Roberto Fernández, hombre de Barrionuevo— anunció un paro en el transporte de pasajeros. Al poco tiempo, la Secretaría de Trabajo dictó la conciliación obligatoria con una particularidad: incluye justo las fechas del paro de la CGT, lo que dejó fuera a los colectiveros de la huelga general.
En la central obrera no lo consideran una coincidencia. “Fue todo parte de un acuerdo: el paro de la UTA fue armado solo para habilitar la intervención del Gobierno y bloquear la participación del transporte en nuestra medida”, confesó en off un dirigente del entorno cegetista.
Pero lo que más indigna en Azopardo es que Luis Barrionuevo habría sido quien tejió el puente entre Fernández y la Casa Rosada, garantizando que los subsidios millonarios al transporte del AMBA se mantuvieran y, en paralelo, asegurando protección sobre la cuestionada obra social de la UTA, cuyos números estarían bajo la lupa de la oposición gremial.
El único que habló sin rodeos fue Juan Carlos Schmid, titular de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT): “Ya estamos acostumbrados a las vacilaciones de Fernández”, dijo con ironía. “Los compañeros choferes tienen los mismos problemas que el resto del movimiento obrero, y sin embargo quedan afuera de una jornada histórica”.
Por su parte, Roberto Fernández se mantuvo en un hermético silencio, aun luego de que Gerardo Martínez (UOCRA) y Andrés Rodríguez (UPCN) lo visitaran para intentar convencerlo de plegarse al paro. La respuesta fue lapidaria: “Voy a respetar la conciliación obligatoria”, dijo tras un encuentro que no duró ni una hora. Para quienes estuvieron presentes, la decisión ya estaba tomada de antemano.
Como si hiciera falta más confirmación, el propio Barrionuevo salió a marcar distancia: “No estoy de acuerdo porque no hubo una reunión formal. Solo lo comunicó el vocero Daer”, lanzó, dejando en claro que no respaldaba la medida liderada por su viejo conocido en la CGT.
Mientras tanto, la CATT ratificó su adhesión total al paro y convocó a una concentración masiva en Avenida de Mayo y 9 de Julio. “El Gobierno intenta frenar el derecho de huelga con sus protocolos truchos y desregulaciones brutales”, disparó Schmid.
En las entrañas de la CGT, la sensación es unánime: hubo traición. Y Barrionuevo aparece en el centro de una jugada que deja en evidencia que, una vez más, ciertos sindicalistas priorizan sus negocios antes que la lucha colectiva. El movimiento obrero, dividido y herido, se prepara para un paro masivo… aunque no completo. La sombra del acuerdo entre la UTA, el Gobierno y el gastronómico marca un nuevo capítulo en la historia de las traiciones sindicales.