Miles de personas acompañaron el recorrido entre Plaza Congreso y Plaza de Mayo para darle forma a la 31 Marcha del Orgullo. Con bailes y papel picado se festejó la diversidad, sin dejar de reclamar por la sanción y aplicación de leyes que garanticen los derechos de las personas del colectivo LGBTIQ+.
“Llenemos las calles de orgullo y gritemos más fuerte para que nos escuchen en todos lados: ¡La deuda es con nosotres! Ley Integral Trans, Ley Antidiscriminatoria y Sí al Lenguaje Inclusivo”. Con estas consignas se desarrolló en la ciudad de Buenos Aires la XXXI Marcha del Orgullo, el encuentro que logra la combinación perfecta entre densidad política, diversión, performances, brillos y perreo.
“Esta marcha llena de color lleva como lema que la sociedad tiene deudas con nosotres. Deudas por todas las vidas que se han ido, vidas que nos hacen creer que no son habitables, persecuciones y asesinatos. Nuestros colores son la respuesta política para gritarles a los odiadores que no somos ellos, que somos colores, vida, que somos organización. Hoy, por ejemplo, recuerdo especialmente a una compañera que desde hace poquito no está más entre nosotres. Lucila Echeverría eligió partir pero seguirá presente en todas nuestras luchas, como tantas otras compañeras que dejan la vida porque este sistema perverso no para de lastimarnos. Por eso, entre tanta fiesta y color recordamos, valoramos y continuamos por tantas y tantos que ya no están, afirmando con más convicción que nunca que el futuro es con las diversidades”. Víctor Estigarribia es docente de Lengua y Literatura en nivel medio y superior. Con su novio salieron desde Guernica, donde viven, para estar presentes hoy. Pero le ponen el cuerpo igualmente a otras convocatorias más nuevitas que buscan desparramar el orgullo más allá de la General Paz.
“El 19 de noviembre vamos a estar en la marcha de Esteban Echeverría para hacer crecer las diversidades en el conurbano. Desde septiembre se están realizando muchas marchas en distintas localidades para no potenciar solamente la marcha de CABA y porque es muy distinto ser de la diversidad en esta ciudad que serlo dentro de los barrios conurbanos. Entonces, militar la diversidad territorial es muy importante”.
Infancias diversas
Claudia y su hijo Zan aterrizaron de mucho más lejos. Son de la ciudad de Santa Cruz en Bolivia y viajaron a la Argentina para participar del Primer Encuentro del Movimiento Latinoamericano de Madres de Hijos LGBT+. La frutillita de la experiencia: poder marchar con orgullo.
“Vine con la idea de conocer cómo es el activismo aquí porque en Bolivia somos colectivos chiquitos y tenemos que buscarnos entre nosotros para poder hablar de estos temas. Pero aquí es mucho más abierto todo. Esto es de otro mundo. En Bolivia las marchas no son de este calibre. En Santa Cruz es como si no existiéramos. Solo nos mostramos en junio, durante nuestra marcha del Orgullo, ahí es cuando podemos reconocernos. Pero ni bien termina nos volvemos a esconder”. Zan tiene 19 años y es un varón trans. Su hermano gemelo, que esta vez quedó en Bolivia, también transicionó.
“Con mi hermano hacemos activismo desde hace tres años por las discriminaciones que sufrimos en el colegio. No nos dejaban usar uniforme masculino, ni nuestros nombres sociales, ni nada. De hecho, nos expulsaron de un colegio y estuvimos a punto de no graduarnos. Hasta tres veces tuvimos que cambiar de colegio. Nos empezamos a organizar y a articular con otras organizaciones que hay en Bolivia para buscar apoyo legal y poder contrarrestar la discriminación”.
En Bolivia se encuentra vigente la Ley N° 807 de Identidad de Género, que habilita el cambio de nombre y género en los documentos oficiales de personas transexuales y transgénero solo a partir de los 18 años.
Claudia, la mamá de los gemelos Zan y Simón, comparte los sinsabores de una normativa que sigue vulnerando derechos.
“Mis hijos no pudieron hacer el cambio registral ni usar su nombre social hasta los 18 años, ya casi saliendo del colegio. Nadie nace a los 18 años. Ellos deben ser ciudadanos de derechos desde la niñez para que se puedan proteger, para que puedan terminar sus estudios y ser seres plenos desde chiquitos”.
Unas cuadras más adelante, Dinorah se prueba una vincha con flores y sonríe. Su papá también sonríe y saca la billetera. Son muy parecidos físicamente. Y se los ve contentos.
“Tengo 16 años, soy una persona trans no binaria y quise venir a festejar el orgullo. Es importante para mí estar acá con mi papá. Muchas veces he tenido peleas con la señora que me crió por el hecho de ser trans, por eso hoy en día casi no forma parte de mi vida. Ni ella ni su familia. Sé lo complicado que es ser y por eso estoy contenta de estar acompañada por mi papá”. Su papá tiene 43 años y, mientras Dinorah habla, agarra de la mano a su otra hija más chiquita.
“Apoyo todo lo que mis hijos, hijas, hijes quieran hacer. Saben que cuentan con mi apoyo. No se puede no querer que alguien sea diferente. No tiene nada de malo, al contrario. Justamente ser distintos es lo que nos hace maravillosos a cada uno. Somos felices”.
Espiritualidades diversas
“Me vas a reconocer enseguida. Tengo una kipá con los colores de la diversidad. No hay muchos como yo”. Gustavo Michanie resalta entre la multitud con su remera naranja, la kipá y una bandera LGBT atravesada por la estrella de David. Es integrante de la comisión directiva de la DAIA, presidente del Congreso Mundial LGBT Judío, vicepresidente de Judíos Argentinos Gays y el único hijo varón de una familia ortodoxa sefardí. Hoy marchó con su marido Marcelo Robles.
“El Orgullo es la construcción que cada uno de nosotros tuvo que desarrollar para poder ser quien es, para poder vivir y expresar su identidad y orientación sexual a pesar de la sociedad. Orgullo es poder decir quién soy y no estar oculto ni alejado de tu comunidad o de la ciudad donde naciste y te criaste. Yo no elegí mi orientación sexual pero elegí hacerme cargo de ella. La dignidad, la honestidad, el amor y el respeto no pasan por la orientación sexual, sino por cómo cada uno lo asume y lo vive. En la religión judía tenemos varias maneras de vivir el judaísmo y en algunas de ellas está la aceptación de la diversidad sexual. Ahí aparece un legado: el poder contar nuestra historia, cómo es la aceptación, la inclusión y el respeto por el prójimo. A partir del año 2016 se celebran bodas igualitarias dentro del movimiento Conservador. Lo mismo pasa en la ordenación de Rabinos y Rabinas de nuestro colectivo. Esto también hace que sientas orgullo a donde perteneces”.
En 2004. Gustavo comenzó a dirigir su militancia hacia el interior de la comunidad judía para fomentar la visibilidad e inclusión de las personas gays, lesbianas, bisexuales y trans. “Muchas veces dentro de la diversidad puteamos contra Dios, contra la fe y la religión. Pero muchas veces también encontramos espacios de contención. Los judíos, por ejemplo, somos de estar mucho en comunidad. Nos juntamos en los clubes, en los countries, en los colegios, y las personas al asumir su identidad se suelen alejar de estos espacios. Y nosotros somos parte de esa comunidad y no podemos, porque algunos no nos reciben bien, dejar a un lado aquellos valores que nos inculcaron de chicos: que la religión es buena. Si hay algo que te lleva a seguir creyendo, a tener fe, hay que sostenerlo porque Dios es amor”.