“Mi hijo se quiere suicidar y con el único que va a hablar es con vos”

Enrique Maldini es la persona detrás de “La Luchona”. Junto a época analizó el impacto del personaje que encarna tanto en su vida como en la de muchos de sus seguidores. Una entrevista en la que habló de Mandiyú, la cárcel, las drogas, los cuestionamientos y hasta de la muerte.

“La Luchona robó mi identidad”, dice Enrique Maldini, la persona detrás del personaje. Muy querido por muchos pero blanco de numerosos “haters” (odiadores) en las redes. Criticado por un personaje que estereotipa pero que tiene una popularidad casi inigualable y que penetra en los sectores populares como ninguno.

Dueño como pocos de los códigos de los barrios humildes, su vocabulario y desfachatez lo vuelven muchas veces centro de críticas de quienes no conocen las simbologías no escritas de ese saber. Junto a época, Maldini recorrió su vida, desde una infancia dura, la cercanía de las adicciones, la cárcel siempre presente, su amor por Mandiyú, el cariño que le profesan sus seguidores, el impacto que tiene en las redes sociales y su silenciosa labor solidaria que lo llevó, incluso, a acompañar a niños enfermos en sus últimas voluntades.

¿Te reconocen en la calle cuando andas vestido “de civil”?

Hoy, por las redes sociales, algo te reconocen. Pero más cuando empiezo a hablar. En la cola del correo, cuando pido fiado en el kiosco… la gente se da cuenta por la voz.

No sos como Piñón Fijo que nunca salió a cara lavada y entonces puede caminar por la calle sin que la gente lo reconozca…

La Luchona robó mi identidad, deje de ser Enrique. Vas a jugar al fútbol con los veteranos y después del partido dicen… “eh, una foto con La Luchona”, no soy Enrique. Cuando voy a algunos eventos o fiestas muchos te dicen… “yo pensé que ya ibas a venir disfrazado”. Parece que algunos piensan que las 24 horas ando disfrazado.

¿Qué le sacó el personaje a la persona?

Me voy a un lugar y no me hablan como Enrique sino como La Luchona, quieren que hable con humor, que cuente algo gracioso. Pero las personas tenemos vida detrás del personaje pero la gente mezcla. Por allí piensan que debemos vivir las 24 horas con una sonrisa.

Se te conoce mucho tu fanatismo por Mandiyú…

Papá jugó muchos años en Mandiyú. Salió campeón del Regional del 74. Nací el 17 de febrero del 88, papá era técnico de la quinta división de Mandiyú y ese día salió campeón. Papá no pudo ir a firmar mi acta de nacimiento porque estaba de festejo. Estamos muy ligados a todo lo que es Mandiyú. Pero con el personaje es especial. Si bien soy hincha de River, hace poco estuvo un filial de Boca y me invitaron. Es que La Luchona no tiene bandera, donde haya para comer siempre va a estar.

Tus hermanos también jugaron en Mandiyú…

Sí. Jugaron en las inferiores. Pero cuando Mandiyú quebró, lo primero que encontraron fue la calle. Venimos luchando contra las adicciones con mi hermano desde hace mucho tiempo. Hoy gracias a Dios está mucho mejor. Mis hermanos estuvieron mucho tiempo presos y esas cosas malas que vivieron me enseñaron a conocer cuál es el camino que no debo tomar. Hasta el día de hoy jamás consumí droga, casi no tomo alcohol, y nunca probé un cigarrillo. Lo malo que ellos pasaron, me sirvió para poder caminar tranquilo por la calle.

Muchas veces recordaste las dificultades de muchos de tus vecinos de tu viejo barrio (El Popular)…

¿Qué es lo que tiene el personaje? Que llega mucho a los barrios, a las personas que viven realidades que muchos no conocen. Con mi personaje fui a visitar a chicos con problemas de adicciones, pude llegar a esas familias. Muchas veces me llamaron a la madrugada y sus familiares me decían “Enrique, mi hijo se quiere suicidar” o “Enrique, mi hijo sólo quiere hablar con vos”. Y hubo que dejar casa y familia para pasar horas llorando y compartiendo con alguien que depositó su confianza en mí.

Ese es el poder que te dan las redes sociales…

Por allí no medimos la dimensión de a quienes llegamos. Muchas madres que tienen a sus niños internados en el Hospital Juan Pablo II me hicieron llegar mensajes diciendo que sería muy importantes para ellos, que desde hace mucho tiempo están allí, la visita de La Luchona. Y cuando vas te encontrás con realidades que hasta que no te toca no sabes que existen, lo que están pasando esas personas, esos niños. Y vos tenés que estar con una sonrisa. Y te encontrás con chicos que la están peleando o que son sus últimos días de vida y te eligieron a vos para alegrarlos en ese muy duro momento.

¿Llegás a dimensionar ese poder de las redes sociales?

Al comienzo no, mezclaba mi vida con el personaje. Pero después me di cuenta que hay personas que me están viendo detrás de una pantalla y tienen una esperanza de una palabra o de algo bueno que haga. No les sano su enfermedad pero les doy unos instantes de alegría. Por allí, en los momentos de soledad, decís… ¡gue!, parece que Dios me bendijo con esto

¿Te quebraste alguna vez?

En una de las tantas visitas al Juan Pablo, había un chico que se llamaba Maxi que tenía 8 años pero desde los 4 estaba internado porque tenía cáncer en los pulmones. La mamá me invitó porque quería que vaya a visitarlo. Iba siempre. Entonces la mamá me dice “Enrique, Maxi quiere que le festeje el cumpleaños, que el papá le haga un asado y que vos le traigas una torta y le cantes el Feliz Cumpleaños”. “Sí”, le dije. Fue un día maravilloso. A los dos días, la mamá me cuenta que él ya cerró sus ojos, y que le dijo a la mamá apretándole la mano que era su orgullo porque ella había dejado de vivir para dedicarse a él y que ya se iba a descansar. Pero que le diga a La Luchona que se porte bien para no quebrantarle más a su mamá. La inocencia de ese nene, lo mucho que me transmitió como persona. Cuando la mamá me llamó para contarme que su corazoncito dejó de latir le pregunte, “¿qué necesitas?”. Me dijo que sólo le faltaban siete mil pesos para comprar una parcela y poder enterrarlo. Le dije que si no se enojaba lo publicaba en las redes, lo hice y desde México me llamó un jugador correntino que estaba allá y me dijo “Enrique, yo me hago cargo de todo, mi mamá la llama a la señora”. Además, fueron tantos los que se comunicaron para ver de qué manera podían ayudar. Allí te das cuenta cómo con el personaje y las redes podés hacer cosas maravillosas. (Sigue en la página 25).

Contás cosas increíbles pero muchas veces tu personaje fue cuestionado, sobre todo por movimientos feministas…
Es cuestionado, siempre. Me llegaron hasta denuncias del INADI. Pero muchas veces tiene que ver con las personas con las que me rodeo. “Este se junta con tal político entonces le vamos a dar duro”. Sin embargo me encanta, me gusta, porque no tienen argumentos. Se dijo hasta que yo soy narcotraficante.

¿Qué decía la carta del INADI?


Hay dos o tres que no me quieren, que se quiénes son, que dijeron que yo me burlaba de las chicas trans. Yo aclaré que mi personaje es una mujer. No me pongo una peluca y soy Jorge. Después me llegó el pedido de disculpas. Como no me quieren me tratan de ensuciar, de embarrar.

¿De dónde salió el nombre de “La Luchona”?


La Luchona es global. Es lo contrario a esa madre que la pelea sola. Es un personaje que aparenta ser lo que nunca será. Si no te levantás a las cinco de la mañana para trabajar nunca vas a tener plata. Es lo que ella piensa de su mundo, que las vecinas la envidian. El “cuidame a mi hijo mientras me voy al baile” y después se da el tupe de decir que es una gran mamá cuando a su hijo lo crió la abuela. Es muy común hoy en la sociedad ese apodo para madres que dejaron a sus hijos para ir de joda o detrás de un hombre.

¿Cómo se tomaron tus padres cuando comenzaste a hacer el personaje?


Siempre esperaron lo peor de mí (risas) porque fui una bomba de tiempo. Pero a ellos también les cambió su forma de ver. Papá siempre fue una persona muy cerrada, no te podías poner un arito, teñir el pelo de amarillo… Papá, en los últimos años antes de jubilarse trabajó en el Mercado de Concentración, y a las dos semanas que era La Luchona, me traía una lista de todos los camioneros que querían un saludo. “¿Vos sos el papá de La Luchona?” le decían, y ahí nomás le regalaban un vino, un cajón de frutilla… Papá nunca usó un celular y se va a morir sin hacerlo pero cuando voy a visitarlo me pide que le ponga todos los videos. Queda embobado.

Aparte de “La Luchona” también tenés otros personajes…


Sí, la Macum, que sale cada seis meses, y tiene muchos seguidores. Como hasta 20 mil cada vez que hace presentaciones. Mucha gente no se da cuenta que es un personaje. Daba el horóscopo o el número que iba a salir en la quiniela y miraba mi messenger y tenía unos doscientos mensajes en los que me decían si cobraba para hacer trabajos. En cualquier momento hago mi propia iglesia.

¿Andás con mucho laburo?


Sí, gracias a Dios. Parece que el personaje todavía no aburre. Toda la provincia de Corrientes conocí gracias a La Luchona, pueblo por pueblo. Ahora voy a ir a La Leonesa, Chaco, a la fiesta del Pacú Arrocero, que es un desafío como también lo fue la primera vez que fui a Castelli, a Pampa del Indio. En septiembre del año pasado fui por primera vez a Sáenz Peña y ahora en lo que va de 2022 ya fui ocho veces. Es increíble cómo el personaje trascendió a la provincia de Chaco… y ahora donde más me van a encontrar es en Resistencia.

¿Cómo te llevas con Wali Iturriaga? Sus personajes compartieron amoríos…


Es un gran amigo. Inició con Jenny, pero era muy amigo con Cachilo, que era el novio de La Luchona. Después él se desprende, hace su camino solo, incorporó otro personaje que es Juan Carlos y ese no tuvo la suerte de conocer a La Luchona. Me acuerdo que nos juntamos en Junín para hacer un video y teníamos una multitud detrás, siguiéndonos en la peatonal, para ver qué hacíamos. Íbamos al parque Mitre y lo mismo.

¿Cómo ves la repercusión que hoy está teniendo?


Siempre charlamos. Nos mandamos muchos mensajes. Él y su mamá, Moni, siempre me tienen muy presente. Fui a ver su espectáculo. Fue increíble. Me sorprendió cómo creció de la pavada qué hacíamos a este presente suyo.

¿Cómo toma tu hijo tu personaje?


Paolo tiene dos años y él ya es un personaje. Yo soy muy desordenado y dejo las cosas por todos lados. Él encontró una pintura de labios. Había silencio en la casa, entonces sabíamos que algo raro estaba pasando. Cuando miramos debajo de la mesa, lo vimos todo pintado. Nos mira y nos dice: “Holi, Holi”. Cuando ve un video dice “La Luchona”, “¿Y quién es La Luchona?”, “Mi papá”, “Y que está haciendo tu papá”, “Está trabajando”. Con el personaje también voy a los CDI, a los jardines, a los Mitaí Roga y les cuento que es como un payaso que se pinta para hacer un poco de humor. Que soy un hombre pero que soy un personaje cuando me pongo la peluca. A los chicos tenés que enseñarles.

¿Con esta camiseta de Mandiyú que ahora llevás puesta hiciste cine?


Sin querer, queriendo. Se están terminando los últimos detalles y pronto se va a estrenar en Netflix. Es una película (Nahum) a la que me invitaron y tuve varias apariciones.

Acá, en la cárcel…


Sí.

¿Cómo fue que te llamaron?


Lo que son las vueltas de la vida, de chico me iba de visita a la cárcel. Volver a ese lugar fue fuertísimo. Ellos estaban grabando escenas en los carnavales. En los barriales había una comparsa que representaba no sé cuántos años atrás. Y yo decía “¿qué hacen todos estos que están vestidos como viejos?”, con ropas de los 80, los 90. Yo estaba como La Luchona. En la tribuna, en los palcos, la gente me pedía para sacarse fotos. Les digo (a quienes filmaban) “desde hoy me están mirando, ¿tienen algún problema conmigo?”, haciéndome el chistoso. “Estamos haciendo una película”, me contestan y les pregunto si necesitan algo. “Sí, que las personas que están sentadas se saquen un ratito el barbijo porque estamos grabando una película que trata del año 95”. “Ah, ok, dale… chicos, nos sacamos un poquito el barbijo porque estamos por salir en una película”. Al rato me llama el director y me dice: “Me encanta tu personaje, estaría bueno que estuvieras en la película pero ya tenemos algo armado, igual dame tu número”. A las dos semanas me llama y me dice “en marzo grabamos de vuelta en Corrientes y te preparamos un guión para vos, pero como Enrique. Mirá que la película trata del 95. ¿Tenés algún vestuario de la época?”. Le dije que tenía varias camisetas viejas de fútbol y me dijo que la de Mandiyú, la de Cablex, tenía que estar en la película. Después me dijeron que necesitaban extras, muchas personas para sumar a la película. Fuimos tres mil. El marginal era el furor y todos pensaban que íbamos a estar con Diosito. Muchos no conocían la cárcel así que hicimos un tour antes de las escenas. Yo hacía de un asesino, un delincuente que conoció la palabra de Dios y que cambió su vida. Mi personaje se llama Julián. Mi hijo se llama Paolo Julián. Coincidencia. Cuando voy a la escena, en el que me pintaron hasta un escudo de Mandiyú, mientras repasaba la letra veía maquilladores, sonistas, directores, todo… y cuando dijeron acción se me borró todo de la cabeza. Es que no es lo mismo sentarme frente a un celular y hablar para las redes que algo tan serio y formal. Hasta que arranque. Fue una experiencia muy linda. Nunca me imaginé que Enrique iba a estar en la pantalla grande. Fue el destino que esta gente vio mi personaje.

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